No pienses que nos perdiste

Con “Oración del Remanso”, la canción de Jorge Fandermole, se inicia la publicación de la colección “Historia Social de la Canción”. El periodista y escritor Sergio Arboleya es al autor de “No pienses que nos perdiste”, el texto que pinta la trama social que se sugiere en la canción.
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Hay canciones hermosas e invencibles que no hay forma de disociar de nuestras vidas personales y; tal vez tampoco, del devenir de un país. La colección de libros “Historia Social de la Canción”, que acaba de lanzar editorial Mil Campanas, se guía por esa premisa. Por eso presenta una serie de títulos que comprende músicas y letras constitutivas de nuestra experiencia colectiva. “No pienses que nos perdiste”, el libro del periodista y escritor Sergio Arboleya sobre “Oración del Remanso” de Jorge Fandermole, inaugura la colección.

“Oración del Remanso”, no inicia la colección de modo casual sino como una declaración de principios.

“La música popular puede dialogar con el paisaje, sea geográfico, sensorial, afectivo o la expresión de un testimonio social y político. Y la canción de Jorge Fandermole abraza varios de esos propósitos en un mismo gesto. Por eso está destinada a la trascendencia”, dice Sergio Arboleya sobre la obra inspiradora del libro, titulado “No pienses que nos perdiste”.

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Adelantamos un fragmento del libro, que se puede conseguir -en formato papel y con envíos a todo el país- en www.milcampanas.com.ar; y que desde octubre estará en todas las librerías del país.


Por Sergio Arboleya

(…)

La música popular puede ser apreciada como una disciplina que dialoga con el paisaje, un espacio que bien puede ser literalmente geográfico o referir a un escenario sensorial, afectivo o de carácter testimonial al dar cuenta de un contexto social o político resonante.

Ahora bien, cuando una canción de este género consigue abrazar varios de esos propósitos en un mismo gesto, estamos en presencia de una obra destinada a la trascendencia, un reconocimiento que puede ser inmediato y masivo o bien que consiga pervivir como una referencia latente a la que recurrir y que se va enredando en repertorios diversos hasta erigirse en alegato de un tiempo, en lengua común, en una pieza capaz de perder su autoría para alcanzar la poderosa dimensión de lo anónimo.

Sobre esa estatura Atahualpa Yupanqui –tal vez el máximo artista criollo- explica maravillosamente en un pasaje del documental autobiográfico “Un río que no cesa de cantar” realizado por el catalán-alemán José Montes Baquer en 1985, cuando expresa: “El día que yo, como dicen los abuelos, me vaya al gran silencio, quisiera llegar a constituirme en lo anónimo, en un ser desconocido, una copla errante. Quién la escribió, no sé. Quién era, cómo era, no sé. Yo soy ese no sé, me gustaría en el futuro alcanzar a ser ese no sé. Sí que me gustaría”.

Sergio Arboleya.  También autor de“La Trova Rosarina” (1998)

El santafesino Jorge Fandermole, autor de la “Oración del Remanso” que nos ocupa, cuenta su propia experiencia con esa canción: “En sectores donde uno no sabe bien cómo se difunde la música ni qué tipo de música se aprecia, la he escuchado tararear y la he escuchado silbar por gente que estaba laburando. Por ejemplo, me causó mucha alegría escuchar en algún momento silbada por un albañil que estaba trabajando arriba de un andamio y eso hace suponer que camina por diversos sectores, por diversos lugares, y deja de pertenecerte de algún modo también”.

De la mano de la caligrafía de su autor y de la seña de una prosa luminosa, de una musicalidad precisa y virtuosa a la vez, pero ya sea por el pulso litoraleño de su ritmo como por el profuso camino trazado en unas tres décadas de andar sonando (la pieza fue registrada en la Sociedad Argentina de Autores y Compositores de Música, Sadaic, el 20 de septiembre de 1998), la canción ya se convirtió en una gema identitaria con la capacidad de perder su firma, de devenir en una canción sin dueño que brille como solamente pueden hacerlo los relatos colectivos que interpelan a una comunidad.

Y aunque la historia allí presentada se asienta en un territorio puntual y específico en uno de los tramos del río Paraná –el segundo más largo de Sudamérica con sus 2.546 kilómetros de extensión abarcando Brasil, Paraguay y Argentina- y refiere a la tarea específica de los pescadores, consigue a fuerza de sensibilidad y belleza forjar un relato que exhorta regiones más vastas y hondas.

A tono con epopeyas del pensamiento, la política y las artes, aquí la canción opera como el hilo que enlaza un conjunto de subjetividades que convoca a quien escucha aunque desconozca rotundamente los modos ribereños o no incluya pescado en su alimentación cotidiana. Ese singular refucilo que la idea pone en acto logra en un mismo movimiento llevar al oyente ocasional a ese caserío ubicado camino a la ciudad de Granadero Baigorria (donde reside el músico), a menos de media hora del Monumento Nacional a la Bandera de Rosario y en donde habitan unas 350 familias y, también, trasladar pesares, angustias y sentires a su propio entorno por más distante que se encuentre.

En un intercambio a través de Facebook con el periodista rosarino José Luis Torres, el creador reveló en junio de 2020: “El sitio donde transcurre esta breve crónica es la villa de pescadores ubicada casi inmediatamente pasando la conexión Rosario Victoria, en el límite, impreciso para la mayoría, entre Rosario y Granadero Baigorria conocida ahora como la Comunidad del Remanso. El asentamiento tiene una antigüedad desconocida para mí pero que dicen algunos es anterior a la propia localidad urbana. Es un histórico asentamiento sobre la costa, frente a una zona del río identificada como Remanso Valerio. En lo que a mi atención concierne, que siempre es poca, muy lábil y dispersa, la primera información (y la única durante mucho tiempo) que tuve sobre el Cristo pescador, imagen que da origen a la ‘Oración del Remanso’, me llegó de un pequeño cartel de chapa a la vera de la Ruta 11, de fondo azul con una imagen, flecha hacia el Este e inscripciones en blanco que decía “AL CRISTO PESCADOR – 1.000 ms.”. Debe haber sido alrededor de 1995. Indicaba el cartelito la orientación hacia donde estaba la villa con su nueva y recientemente instalada escultura: un Cristo vivo con los brazos abiertos, mirando hacia la propia villa y el río, con redes de pescar enrolladas en el torso y hombros. Yo no la conocí hasta bastante tiempo después”.

En la continuidad de ese relato dedicado, Fandermole abundó: “La ‘Oración del Remanso’ comienza a escribirse -no recuerdo cuándo, pero debe haber sido cuando observé el cartel-, en la primera persona de un pescador, a cuya comunidad de oficio pertenece el Cristo, y una vez que el personaje se presenta ‘Soy de la orilla brava…., soy un paisano serio…’ el resto de la letra viene bastante rápido, la música tarda un poco más en resolverse pero ambos lenguajes puede decirse que se solucionan a la par”.

En ese intercambio epistolar y público, Torres apuntó: “Esta canción tan vigente actualmente, probablemente dentro de 50 años las nuevas generaciones se acerquen a la temática del río Paraná a través de ella y no me extrañaría que en ese tiempo haya visitas guiadas para conocer el Remanso Valerio. No estaremos para verlo, así y todo considero que es una de las canciones más importantes de este siglo y ha llegado para perpetuarse”.

Capaz de precisar aún más en los procedimientos compositivos, una disciplina que enseña y comparte en cátedras y talleres, Fandermole especifica: “Hay diferentes maneras de ingresar a la composición de la canción en general y las diferentes personas tenemos distintas aptitudes o preferencias en relación a los lenguajes, entonces hay gente que ingresa por el lado de la melodía, hay muchos músicos -sobre todo los que tocamos guitarra- que nos anclamos al principio en las cuestiones armónicas es decir en que la guitarra sea un soporte inicial como para empezar cualquier idea, pero en muchos de los casos prevalece una idea inicial que a lo mejor está regida por una idea general. A veces son palabras solamente o frases que no se sabe para qué lado llevan y yo en general trato de arrancar por lugares distintos: A veces inicio por los rítmicos a veces empiezo por algún tipo de célula melódica aunque por ahí la palabra siempre medio como que gana la pulseada en muchos de los casos. En el caso de ‘Oración del Remanso’ comencé por patrones rítmicos que den una idea melódica y esa frase de ‘Soy de la orilla brava…’ no fue sola sino acompañada de una idea melódica. O sea, no es la frase sola, sino es la frase cantada y después comienza un trabajo medio secuencial donde uno empieza a hurgar desde los dos lugares: Desde la palabra escrita y desde lo melódico hasta que se encuentra más o menos el formato como en una especie de vaivén entre la letra y la música, una va como avanzando por un lado y al mismo tiempo por el otro y por ahí una va tironeando de la otra. Sí me acuerdo que una vez que quedó como el molde métrico melódico y también fónico, es decir la sonoridad de cómo eran las rimas y cómo eran las rimas internas dentro de la primera estrofa. Eso –aporta en clave general- tracciona el modo en que deben ser hechas las otras estrofas y eso es algo que pasa en general con las canciones”.

Sobre ese dispositivo procedimental y en relación a “Oración de Remanso”, Jorge aporta: “Recuerdo que es una canción que no me costó demasiado tiempo y se resolvió en unos días. Una vez que más o menos arrancó, que se estableció la primera idea o la primera estrofa, después más o menos fue yendo bastante rápido. Algo que difiere de otras canciones con las que a lo mejor estoy meses o un año entero y no las termino”.

Yendo más lejos de esta experiencia puntual, lo explicó con claridad en 2022 durante una charla del ciclo “Prontuarios Artísticos” promovido por la Municipalidad de Casilda en el Teatro Dante de esa ciudad santafesina: “Las vías de acceso a la creación musical son múltiples porque los lenguajes son complejos. Hay muchos que opinan que la canción es un tercer lenguaje autónomo que va más allá del lenguaje poético y verbal y más allá de la sumatoria de ese lenguaje con el código musical. Tiene muchos aspectos por dónde ingresar y es interesante hacerlo por lugares distintos: por lo rítmico o por un motivo melódico o a partir de una secuencia armónica o una forma o una idea o una palabra. Cada lugar de ingreso constituye una potencialidad y una serie de limitaciones para todos los otros aspectos del lenguaje pero las puertas son múltiples y yo prefiero ingresar cada vez por un lugar diferente para no quedar aislado en un procedimiento. Eso es mucho más aventurado y emocionante que meterse siempre por el mismo lado”.

Un año más tarde en una de las aulas del Centro Cultural Fontanarrosa y en el contexto de un Taller de composición de canciones que integró el 20° Encuentro de Música Popular en Rosario, impulsó al joven auditorio reunido a crear porque “todo lo que nosotros hagamos, sea bueno o sea malo, no va a matar a nadie. Son los otros lenguajes los que tienen el problema en la situación de crisis climática en la que estamos” y resumió toda la experiencia en la materia preguntándose, interpelando y respondiendo: “¿Qué estamos buscando? Algo de belleza”.

(…)

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