Historiadores como Eduardo Romano, Blas Matamoro, Luis Adolfo Sierra, Osvaldo Pelletieri, José Gobello y Horacio Salas coinciden en reconocer al tango “Mi noche Triste” -compuesto por Samuel Castriota con letra de Pascual Contursi en 1916- como el comienzo de una nueva forma expresión para el género, el tango canción.
Las crónicas de la época lo citan como “punto de partida indiscutible”, “hallazgo”, “una forma del género (tango) totalmente desconocida hasta entonces”, “el primer tango serio”, “hito que divide la historia del tango”, entre otras definiciones.
Con este tango, el tango alegre de versos ocasionales y de especie prostibularia da paso a otro, de “sentimientos tiernos”, “un canal para hacer llegar el mensaje poético al pueblo” y que da la posibilidad al público plebeyo de “verse a sí mismo como obra de arte”.
Este nuevo género conjuga al tango con el oyente como espectador, ya no de un modo crítico sino de forma comprensiva. Invierte radicalmente el precepto al no ser considerado como parte de una crónica policial, sino que pone al espectador en una escucha activa donde los sectores populares puedan sentirse representados. Justamente este hecho coincide pero también funciona como anclaje con otro gran hecho político importante en la historia política del país: la llegada al gobierno de Hipólito Yrigoyen, el primer presidente con la misma condición, el origen popular.
Durante el siglo XX hubo enormes letristas que dedicaron toda su carrera a continuar la línea del género tango canción y escribieron las páginas más bellas de las primeras épocas: la dupla Carlos Gardel y Alfredo Lepera, Enrique Cadícamo, Julián Centeya, Juan Carlos Cobián, Homero Manzi, Virgilio y Homero Expósito, Enrique Santos Discépolo, Celedonio Flores y Ricardo Luis Brignolo, entre otros.
Finalizada la época dorada del tango y paralelamente a la proscripción del peronismo surge la proscripción del tango (Varela). Esta vertiente externa e interna se basó en un despliegue sistémico que anulaba cualquier tipo de evolución del género, sentenciando que “el tango había muerto”. Cantores, bailarines, coleccionistas, difusores, periodistas e intelectuales se abrogaban el derecho a decir -no sin crear una falsa tendencia- que “tangos eran los de antes” o que “ya no se escriben más letras de tango”[1]. No obstante esta persecución, en el última tercio del siglo hubo una bellísima producción gracias a la tríada Horacio Ferrer (quien ponía lírica al gran Ástor Piazzolla, el más señalado y perseguido por los conservadores del tango), Eladia Blázquez y Héctor Negro.
Ya para fines del siglo, la crisis social de principios de los 2000 puso al tango, entonces dominado en buena parte por ese tradicionalismo a ultranza, en una posición incómoda: ¿Cómo puede ser -se preguntaban músicos como Alfredo “Tape” Rubín, Acho Estol y Jorge Alorsa, compositores de tango canción, pero también Julián Peralta, arreglador de orquesta-, cómo puede ser que todo lo que está pasando social y estéticamente no entre al tango? Al tango, justamente, que es una música mestiza, criolla y suburbana por definición. ¿Cómo puede ser que cuando arreglamos o cuando componemos (si componemos…) tengamos que respetar el código consabido de la orquesta típica y el diccionario de argentinismos? ¿No habrá llegado la hora de liberarse, como pedía justamente Alorsa, de oxidados lunfardos para empezar a escuchar el lunfardo nuevo, los berretines, lo que se escucha en la calle, hoy?
Esa promoción de músicos y letristas significó una verdadera renovación en el género[2]. Surge así una nueva generación de músicos y letristas que significó una verdadera renovación en el género. Principalmente en Buenos Aires y con ciertas particularidades como por ejemplo que además de grandes escritores tales como Alejandro Szwarcman, Raimundo Rosales y Alejandro Guyot (Bombay Bs. As.). También hay muchos músicos -entre ellos guitarristas- como Juan Lorenzo, Alfredo “Tape” Rubín (Cuarteto Almagro, Alfredo Rubín y las guitarras de Puente Alsina, Rubín + Trío LHN), Juan Serén (Juan Serén y los Púa Abajo), Acho Estol (La Chicana), Juan Vattuone y Jorge “Alorsa” Pandelucos (La Guardia Hereje).[3]
Además existen nuevas presencias femeninas como por ejemplo Coni Banús, Patricia Barone, Marcela Bublik, Bibi Albert, Mónica Fazzini, Claudia Levy, Patricia Malanca, Marta Pizzo, Marisa Vázquez, Maía Volonté, Natalí Di Vincenzo y Victoria Di Raimondo.[4]
En Rosario el fenómeno es parecido. Esta nueva era del tango trae consigo muchos letristas nuevo/as -también con gran presencia de guitarristas- y algunos dúos compositivos y coautorías como las de Martín Tessa con el escritor Lautaro Kaller o el bandoneonista Sebastián Jarupkin con el cantante e integrante de la Trova Rosarina Adrián Abonizio.
Señalados los nuevos letristas de tango, la pregunta ineludible es ¿A quiénes o a qué cosas les escriben? El escritor contemporáneo Matías Mauricio se ha hecho la misma pregunta en su libro Tango Post 2001 contestando:
En este sonido epocal: ¿qué detecto? ¿Qué imágenes aparecen (suenan)? Entre otras, los desguaces inoculados desde las arcas de los gobiernos venenosos, el hambre que hunde los brazos en la basura, la impugnación al patriarcado y el paulatino derrumbe de la máscara que invisibiliza sus atropellos, la bala perdida, las plazas enrejadas, los nuevos vínculos erótico-afectivos, y un rostro distinto de la soledad: cada unx en su cueva, cada vez más monitoreadxs, los ojos inyectados en la pantalla de Google, la libido puesta al servicio de la llegada del delivery. Así la ciudad, tu ciudad, nuestra ciudad, novedad de hoy y ruina de pasado mañana, enterrada y resucitada cada día…
Así vemos que los afectos, el tiempo, la soledad, la muerte, los desencuentros, los desamores, las orillas, las desigualdades sociales, la violencia, la injusticia y hasta el consumo de drogas[5] son temáticas que han estado siempre en la pluma de los letristas pero que hoy se resignifican. Ya sea de una forma procaz, picaresca, moralista o lírica, hoy más que nunca toman una dimensión política más arraigada, con una preferencia por la temática social y la denuncia crítica. Como bien lo explica Mauricio, esto se explica en parte por las características del territorio socioeconómico y cultural desde el cual emergen y al cual retornan.
Más aún, en un recorte espacial también podemos detectar en las letras un modismo particular que tiene más que ver con la forma de hablar y de relacionarse del rosarino/a, incluyendo nuevos lunfardos[6] que derivan del lenguaje citadino actual. Interesante dato sobre esto es que el booklet de Linya (2021) del dúo Camiletti & Breventano incluye todos los nuevos lunfardos empleados con sus explicaciones.
También podemos ver como el guitarrista Marco Bortolotti explica este procedimiento en una entrevista con motivo de la presentación del video Agosto de Pasaje Noruega:
Es una forma de tomar la palabra a través de letras, de contar historias. El eje del disco son canciones actuales, nuestras y de otros autores que conocemos, pero no hay ninguna música que no haya nacido en los últimos años.
Nos basamos en lo que nosotros consideramos músicas que nos ponen en contacto con muchas generaciones. Tomar el lenguaje del tango, de la milonga, de lo que se le llama folclore es, al menos para mí, lo que nos pone en diálogo, nos ubica en una historia que nos excede, pero que es de muchas generaciones atrás, es una apropiación de ese basamento pero con nuestra mirada y con todo lo que tiene nuestra actualidad, tratando de generar algo nuestro.[7]
En el libro encontrarás las nuevas canciones más representativas en el repertorio de tango rosarino.

[1] La fuerte tendencia de denostar a los nuevos letristas y afirmar que solo se atenían a replicar lo que otros ya habían contado y de mejor manera llevó a investigadores a afirmar que “La última curda” (Cátulo Castillo y Aníbal Troilo) estrenado en 1956 había sido el último tango canción.
Por suerte la historia demuestra que el género canción sigue estando en vigencia aun cuando paradójicamente algunas críticas siguen siendo tan despiadadas como en el siglo pasado. Basta ver la tapa de la revista Ñ nro. 203 la cual su portada reza “El tango se quedó sin letra”.
[2] Recuperado en https://www.lacanciondelpais.com.ar/notas/musica/entrevistas/pasaje-noruega-edito-su-nuevo-disco-febril.htm, última consulta el 31/05/2023.
[3] Discos indispensables de esta nueva Época de Oro del tango en el género canción son “Un disparo en la noche” (vol. 1 y 2) de Julián Peralta junto a su orquesta. También la serie de documentales con el mismo nombre, disponibles en YouTube.
[4] Recuperado en http://www.diariofolk.com/reportaje/mirada-de-mujer-las-letristas-del-siglo-xxi-tango-y-cancion-rioplatense/, última consulta el 23/05/2023.
[5] El tango, desde sus orígenes, tiene una larga historia con las drogas. Compartimos un artículo que vincula las letras del tango y el consumo: https://elplanteo.com/tango-y-marihuana/,
última consulta 12/07/2023.
En el tango actual rosarino se puede apreciar en determinados temas de Juan Iriarte y en la obra L. A. del dúo Camiletti & Breventano.
Consultada la cantautora, comenta lo siguiente: “Es un bolero, ya que se trata de una canción de amor. Amor a la libertad de cultivar en casa. Hace alusión al cannabis, pero profundamente simboliza un poco la soberanía de cultivo que estamos perdiendo día a día. Como todo lo que escribo, tiene ese tono jocoso, o al menos, anti solemnidad, pero no deja de tocar temas profundos, como la libertad de cultivar. Sin importar si las semillas son patentadas o no, sin importar que tipo de planta queremos cultivar.
El arreglo fue hecho colaborativamente por Fabricio Breventano y Marco Bortolotti. Aparecen en esta grabación la voz de Lucía “La Negra” Cerfoglio y los coros de María Carolina Ciani”.
Comunicación personal, 11/07/2023.
[6] “Argot oculto de los ladrones”, como lo calificaba Borges o “vocabulario compuesto por voces de diverso origen”, como lo define José Gobello, el lunfardo, de la misma manera que el acento melódico de Buenos Aires el empleo de “vos” y la pronunciación “doble ele” e “y” como si fueran “sh”, es una de las particularidades del lenguaje porteño. Esta mezcla de palabras de origen italiano, español y francés, que nació a fines del siglo IXX, era utilizada por los miles de inmigrantes para hacerse entender por el resto de la población.
Ni lengua, ni dialecto ni jerga, el lunfardo es un repertorio de palabras extranjeras en boga entre los malandras y compadres que poco a poco se introdujo en el lenguaje cotidiano de los habitantes de los conventillos, antes de convertirse en una marca identitaria de todos los porteños. Algunos autores como Vacarezza o Fernández lo integraron en algunos sainetes, pero fue el tango el que lo convirtió en su fuerte principal, o como dice nuevamente José Gobello, presidente de la Academia del Lunfardo, en su “compañero de la infancia”.
El primero en ennoblecerlo fue Pascual Contursi quien en 1915 comenzó la letra de Mi noche triste. Con este memorable octosílabo: “Percanta que me amuraste”. Algunos años más tarde Esteban Celedonio Flores seguirá sus pasos, pero el que lo convertirá en una verdadera habla de Buenos Aires será otro de los grandes poetas, Enrique Santos Discépolo al introducir ese argot de los fiolos en algunas de sus célebres composiciones Esta noche me emborracho, Yira yira, Sur o Cambalache. (Bolasell: 2019)
[7] Recuperado en https://www.elciudadanoweb.com/pasaje-noruega-despide-el-ano-con-nuevo-video/, última consulta el 16/06/2023.
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