Foto: Ana Gilardone.
“Ponerle ‘En un lugar’ al disco fue una manera de definir la idea de que encontramos siempre el espacio para estar juntos, para estar haciendo música más allá de un lugar geográfico o físico sino espiritual y desde allí disfrutar de la posibilidad de incorporar diversas obras y hacerlas propias de una manera bastante libre y natural”, apunta Nicolás Guerschberg a Negras&Blancas para definir el concepto que rige a su inminente octavo disco solista que el jueves 26 llegará a plataformas.
Y aunque el compositor e intérprete comanda el concepto desde su piano, el material es una nueva aventura sonora compartida con el baterista Daniel “Pipi” Piazzolla y el contrabajista Mariano Sívori, un terceto que, además, es la mitad de la orquesta de jazz argentino Escalandrum con 25 años de trayectoria.
Con vaivenes, el trío lleva unas dos décadas de actividad y funciona en paralelo y sin cortocircuitos con la banda principal al igual que otros proyectos sonoros de sus demás integrantes y el propio pianista es un ejemplo del aprovechamiento de esos intervalos ya que en su notable camino compuso, además, para La Camerata Bariloche, La Orquesta del Tango de Buenos Aires, La Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto y diversos ensambles de cámara y sinfónicos, transitando con igual naturalidad géneros populares y académicos.
También integra el Quinteto Astor Piazzolla, dirigió musicalmente el Festival Piazzolla 100 (tanto en el CCK como en el Teatro Colón) y las tres ediciones del Festival Experiencia Piazzolla, tuvo tiempo para desplegar ideas y partituras para cine (“Empieza el baile”, de Marina Seresesky; y “Corazón voyeur” y “Lisboa”, ambos de Néstor Lescovich) y, por si fuera poco, puso su sonido al servicio de Ute Lemper, Richard Galliano, Paquito D’Rivera, Hermeto Pascoal, Concha Buika. Julieta Venegas, Marty Friedman, Susana Rinaldi y Manolo Juárez, entre más.
La propuesta de “En un lugar” consta de una decena de piezas donde hay cuatro notables propias (“Dilema”, “Dora’s vals”, “Yaco’s song” y “Milonga del adiós”), una de su compañero “Pipi” Piazzolla (el hipnótico “Apocalipsis”) y estupendas visitas a “Waltz 2”, de Dmitri Shostakóvich; “Lacrimosa”, de Wolfgang Amadeus Mozart; “Danza de la moza donosa”, de Alberto Ginastera; “Overjoyed”, de Stevie Wonder; y “Laura va”, de Luis Alberto Spinetta.

El repertorio a cargo de este inspirado ensamble saldrá a escena el domingo 29 de junio a las 21.30 en Bebop Club (Uriarte 1658) y una semana más tarde repetirá en otro reducto del jazz porteño como Virasoro Bar (Guatemala 4328).
A los 50 años, sobre el disco, las inspiraciones, otros proyectos y una hija en camino, Nicolás dice lo suyo.
-Sergio Arboleya: ¡Cuál es el criterio para determinar que una obra encaja en este formato y no en el de Escalandrum (Nota de la redacción: un sexteto que también integran los vientistas Damián Fogiel, Gustavo Musso y Martín Pantyrer).
-Nicolás Guerschberg: Se trata de repertorios distintos y Escalandrum requiere de otro tipo de orquestación y otra dinámica. Con el trío se da algo muy directo por lo que rápidamente estamos tocando y no siquiera necesitamos de papeles ni partituras. Pero ahora me estoy acordando que sí extrajimos ideas o algún material que habíamos trabajado en repertorios que hicimos con Escalandrum y alguna obra, como el vals de Shostakóvich que hacemos tipo blues menor, que se filtró de esa forma pero en otra versión, por supuesto más libre, menos arreglada, menos orquestada.
-¿Cómo describirías el tipo de diálogo que asume el trío?
-El diálogo es fundamental en el trío. Yo creo que justamente esta formación es un triángulo equilátero en el cual no siento que haya un solista y otros que lo acompañan, sino que somos los tres tocando e intercambiando sonidos, ideas, conectados constantemente. Creo que la formación propone eso y también la manera nuestra de tocar, de relacionarnos hace tantos años, hace que estamos constantemente hablando en el mismo idioma musical.
-Teniendo tantos otros proyectos ¿De qué manera determinaste que estas cuatro obras tuyas grabadas para “En un lugar” fueran parte del repertorio del terceto?
-La verdad es que no descarto que puedan ser parte de otros proyectos en otro momento. Cuando compongo algo trato de tener como una idea sintética de la obra y después está el trabajo como más técnico o de orquestador que por ahí genera un arreglo para distintas formaciones. Pero a veces la obra surge como en su esencia y después veo a dónde lo llevó, en este caso los temas que están grabados son bastante recientes y fueron concebidos para este trío.

Foto: Emilio Polledo.
-¿En estos nuevos temas propios reconocés algún patrón?
-Sí, yo creo que en las obras propias hay un momento de cierta reflexión y un poco de melancolía, de algunas cosas personales como haber perdido a mi viejo y eso le da un tono un poquito blue como le dicen en el jazz. Pero también está el tema “Yaco’s song” que es para mi hijo y tiene como otra cosa más dulce y menos triste.
-A mí en general me pareció un disco bastante luminoso pero quizás sea yo que estoy más abajo…
-(Risas). Tanto “Dilema” como el de Yaco no son para nada melancólicos. Así que bueno, como te digo una cosa, te digo la otra y vale a veces contradecirse perfectamente porque está bien pensar sobre la música y ver qué es lo que lo que también le refleja a los otros. Y además creo que las versiones de los otros temas también tienen fuerza y son obras hermosas que pueden darle ese carácter general.
-Sobre esa panorámica general te consulto acerca de la “Lacrimosa” de Mozart y la danza de Ginastera
-A la “Lacrimosa” la habíamos tocado con Escalandrum en un festival Konex de música clásica dedicado a Mozart y entonces yo me quedé con esa sensación de belleza que tiene especialmente esa obra que es maravillosa. Y un día tocando con el trío se me ocurrió intentarlo a ver qué pasaba y nos gustó mucho este acercamiento como más intimista. Sobre Ginastera, que es un autor que me gusta mucho, destaco especialmente su período folclórico que es de cuando era joven y antes de irse más hacia lo abstracto. En este caso es un aire de zamba que tocamos desde una impronta jazzeada.
-Supongo que en el caso de Wonder se trata de una referencia para vos, sobre todo como pianista…
-Stevie Wonder es una referencia en general. Yo lo he escuchado toda mi vida y es uno de los músicos que más disfruto, que más admiro. Me parece que es un tipo único, extraordinario, que además de crear canciones hermosas, toca el piano fantásticamente, qué sé yo, es un marciano. Son de esos tipos que nacen una vez cada tanto y si bien hemos tocado varios temas de él, nos gusta particularmente lo que logramos con “Overjoyed”.
-¿Por qué elegiste uno de Spinetta para cerrar?
-El Flaco es como una cosa también casi inevitable, es otro omnipresente. En nuestra elección de escuchar música hay algunos compositores y personajes que uno quiere mucho y que están muy presentes y Spinetta es uno de ellos al igual que Charly García de quien en un disco grabado tras la pandemia (“Jazz Online Club Sessions”) grabamos “No soy un extraño” y en el primer disco del trío lo habíamos hecho con “Los dinosaurios” (en la placa “Encuentro”, de 2009). Pero bueno, ahí estaba Spinetta esperando su momento porque también lo tocamos de vez en cuando y nos gusta mucho.
Esperando a la beba
“En este momento debería estar en Europa con el Quinteto Astor Piazzolla pero, además de unos compromisos con Escalandrum en Brasil, me volví porque en un mes voy a ser papá por segunda vez y quise quedarme acá a esperar a la hermanita de Yaco”, cuenta Guerschberg sin disimular le emoción aunque reincidir en la paternidad no le impedirá ser el pianista en un dúo con la cantante Elena Roger que recorrerá salas de Argentina, Chile (11 y 12 de juio) y España (octubre y noviembre).
-Al margen de este presente tan activo ¿Cómo estás viviendo artísticamente este contexto tan difícil, tan duro?
-No es un año fácil y tampoco lo fue el 2024. Hay que remar y a nivel trabajo está difícil aunque yo en lo personal no pueda quejarme porque siempre estoy trabajando profesionalmente y haciendo cosas que me gustan pese a que a veces no terminan de cerrar tan fácilmente los números. Ser músico es una profesión como cualquier otra y hay que trabajar para vivir, pero en la medida en que puedo, elijo los proyectos y hacer las cosas que más me gratifican.
-¿Cuál de las facetas que encarnás es la que más disfrutás?
-Me gusta combinar todo y a veces creo que las cosas se complementan. Ser compositor es una tarea muy muy solitaria
en la que no tenés tanto contacto con el exterior, con la gente. Mientras que estar de gira o tocar conciertos en vivo y viajar es todo lo contrario. No es fácil buscar un equilibrio pero me gusta la tarea de mezclar la posibilidad de componer y también de salir a tocar.
-¿Y además estudiás?
-Vos sabés que he vuelto a estudiar después de muchos años. Cuando tenía la edad de estudiante, estudiaba todo el día y luego dejé, pero hace un par de años volví a tomar clases específicamente de piano, que es mi instrumento, y volví a tomar clases con mi maestro de toda la vida, que es un genio, es un concertista que se llama Fernando Pérez y me hace muy bien. La verdad que es un incentivo para sentarme al piano todos los días, para tener objetivos de seguir trabajando, no descuidar el cuerpo, ni la técnica, ni el sonido, todas cosas que son muy importantes. Y también tener objetivos que por ahí no sean inmediatos, no es que necesito apagar un incendio porque tengo que tocar algo mañana, sino es que es un trabajo más interno que me gusta mucho.
-Aun siendo un músico reconocido como en tu caso, implica volver a meterse en esa interpelación que supone cualquier aprendizaje…
-Y es algo que me encanta. Me encanta ser aprendiz siempre, porque me parece que ese rol me mantiene atento. Lo voy a decir así, si te creés que ya llegaste o que ya sos maestro, estás medio jodido. Me parece que hay que seguir siendo alumno, discípulo y aprendiz toda la vida. A mí me gusta eso, me da como una sensación de que hay más por ver.