ANCLA. Rodolfo Walsh y el periodismo comprometido

Un clásico de la literatura en comunicación acaba de ser re-editado, en versión bilingue. Se trata del libro “ANCLA. Una experiencia de comunicación clandestina orientada por Rodolfo Walsh”, de Natalia Vinelli. Reproducimos el primer capítulo.
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Ilustración: Mario Nilson Torres

“Mi relación con la literatura se da en dos etapas: de sobrevaloración y mitificación hasta 1967, cuando ya tengo publicados dos libros de cuentos y empezada una novela; de desvalorización y paulatino rechazo a partir de 1968, cuando la tarea política se vuelve una alternativa. La línea de Operación Masacre era una excepción: no estaba concebida como literatura, ni fue recibida como tal, sino como periodismo, testimonio. Volví a eso con Rosendo, porque encajaba en mi nueva militancia política”.

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”La desvalorización de la literatura tenía elementos sumamente positivos: no era posible seguir escribiendo obras altamente refinadas que únicamente podía consumir la intelligentzia burguesa, cuando el país empezaba a sacudirse por todas partes. Todo lo que escribiera debía sumergirse en el nuevo proceso, y serle útil, contribuir a su avance. Una vez más, el periodismo era aquí el arma adecuada”.[1]

Como puede apreciarse en los párrafos citados, la evolución del pensamiento político de Rodolfo Walsh determinó y acompañó su relación pública con la literatura, que conservó como pasión y práctica hasta su muerte. Y fue la investigación acerca de los fusilamientos de civiles en José León Suárez, tras el levantamiento del general Valle en junio de 1956, la que terminó de confirmar que “tampoco soy ya un partidario de la revolución que -como tantos- creí libertadora”.[2]

Unos años antes, Walsh había participado –aunque no como miembro activo- de la Alianza Libertadora Nacionalista. Él era un nacionalista convencido y había visto con malos ojos la firma del gobierno peronista de las Actas de Chapultepec,[3] así como también la política de movilización de los recursos petroleros vía contrato con la empresa estadounidense California Argentina.[4] Por eso, en un primer momento, recibió con cierta expectativa la nueva embestida militar, hasta que el evidente carácter antinacional y antipopular de la “Libertadora” le puso un punto y aparte al periodista “vagamente antiperonista”[5] que entendía la novela como el punto cúlmine de las letras.

En el prólogo a Los que luchan y los que lloran, Walsh escribió sobre Jorge Ricardo Masetti palabras que valen para él: “En ese ilusionismo de periodista ingenioso había como un oscuro rito, una transformación auténtica”. Así, mientras matizaba la idea de la novela como cumbre del arte, comenzó a acercarse definitivamente a la política, y dentro de ella al peronismo. Para operar semejante cambio, primero debió vivir los logros de la Revolución Cubana –que fueron para él una escuela-, trabajando junto a Masetti en la construcción de la agencia de noticias Prensa Latina: destinada a contrarrestar los efectos de la propaganda transnacionalizada contraria a la isla y a presentar una visión de la realidad desde el punto de vista de los países latinoamericanos, la agencia no escapó a la discusión generalizada sobre la teoría de la dependencia y su correlato en la concentración mediática.

Fue allí donde su interés por descifrar mensajes en clave se transformó en un mutuo aprendizaje junto a los militantes cubanos. O, más bien, en una sistematización de la experiencia que sirvió de orientación para una futura política de Inteligencia. De hecho, en los días de Prensa Latina Walsh pudo poner los mecanismos de espionaje en práctica, cuando la decodificación anticipada de un cable permitió descubrir la tentativa norteamericana, instrumentada por la CIA, de invadir la isla a través de Bahía Cochinos. Él recordará, tiempo después, que “vivíamos al pie del teletipo”: muchas veces, las “escuchas” de comunicaciones permitieron a Prensa Latina suplir el vacío informativo provocado por el bloqueo a Cuba.

De vuelta en Buenos Aires y después de publicar Los oficios terrestres y Un kilo de oro, en 1968 Walsh conoce –vía entrevista personal con Perón en el exilio- al dirigente gráfico Raimundo Ongaro, de la CGT de los Argentinos. Desde una concepción de la prensa popular basada en un profundo respeto hacia los destinatarios de la información y hacia los protagonistas que generaban hechos políticos, sociales o sindicales, se da entonces a la tarea de armar el Semanario CGT, clausurado tras los sucesos del Cordobazo y obligado a la clandestinidad.

El semanario no sólo tuvo en cuenta artículos de carácter gremial y reivindicativo, sino que se abrió a la discusión política desde su oposición al régimen militar, amparado en el Mensaje del 1ro. de Mayo. Este contenía las bases programáticas de la CGT alternativa y oficiaba como encuadre político de cada una de las notas publicadas en el periódico. Tal como señala Mariano Mestman, “esta definición remite a la presencia de la concepción leninista sobre la prensa (…), que se expresa (…) en su carácter polémico, en la difusión de línea y en la publicidad de los debates de las reuniones, en la importancia adjudicada a su distribución y en el lugar asignado a las corresponsalías”.[6] Fue la consigna de “un corresponsal en cada fábrica” la que intentó comprometer la participación obrera en la elaboración, distribución y venta del periódico, realzando su rol de organizador colectivo y estimulando la participación directa de los trabajadores en su propio semanario.

En Walsh, la gestación del Semanario CGT terminó de definir su convicción y su militancia política. Antes Operación Masacre había actuado como una bisagra entre dos formas de procesar la realidad. Ahora se decidía a aportar orgánicamente en las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP). Luego, en 1973, comenzó a participar activamente en Montoneros, donde no desarrollaba tareas de prensa sino de inteligencia: con el grado de oficial 2do. y el alias de “Esteban”, su responsabilidad era la búsqueda, análisis y producción de información para uso interno de la organización.

En 1974, sin embargo, compartió su actividad en la estructura de Informaciones e Inteligencia con actividades en el área de prensa. Fue cuando participó del diario Noticias, concebido como empresa periodística. Si bien pertenecía a Montoneros, Noticias era un diario que procesaba la información desde el punto de vista periodístico, y que –sin decirse partidario- aprovechaba los resquicios de la legalidad burguesa para llegar con su discurso a las más amplias masas populares.[7]

Luego, hacia 1975 y en virtud de su análisis crítico de la situación política que vivía el país y de la respuesta a esa situación por parte de Montoneros, volvió a encarar propuestas que desde el trabajo de inteligencia incluían la prensa y la contrainformación, específicamente la Agencia de Noticias Clandestina (donde su alias era “Basualdo”) y Cadena Informativa, además de sus recordadas cartas. Lo cierto es que Walsh, frente a cada coyuntura, planteaba métodos de lucha en el terreno político comunicacional adecuados a la realidad que vivía el país: su participación en Prensa Latina y en el Semanario CGT le habían permitido conocer, en concreto, las posibilidades de la prensa como factor de organización y combate. Es esa concepción la que marcó el camino de ANCLA: rigor respecto de la información, fomento de la participación popular, instrumento de contrainformación, comunicación para la acción.

El golpe de Estado y la polémica con Montoneros

El funcionamiento y los objetivos de la Agencia de Noticias Clandestina se dieron en función y respuesta al golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. Es decir, ANCLA nació en una coyuntura altamente represiva donde la censura y la autocensura de los medios estaba a la orden del día: entre los máximos objetivos de la Junta de comandantes de las tres armas que tomó por asalto el poder figuraba el amordazamiento de la prensa, y en el marco de la Doctrina de Seguridad Nacional, eje rector del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional, se establecieron consejos de guerra militares para encausar a toda persona “enemiga de la Patria”, se controló directamente a los medios de comunicación y se impuso la censura; se eliminaron los partidos políticos, los sindicatos, se anularon los derechos civiles y sociales y los derechos humanos. Además, se reorganizó la educación para ponerla al servicio de supuestos “objetivos nacionales”.

Los militares argentinos se basaron en la hipótesis de guerra interna para legitimar una contrainsurgencia clandestina que enfrentara a “la subversión” y al “caos marxista clandestino”. Cabe destacar que la doctrina es discípula fiel de las experiencias del ejército francés en Argelia e Indochina, y que los manuales más populares de contraguerrilla del ejército argentino son los del Coronel Roger Trinquier y sus adeptos.[8] La doctrina, en síntesis, es la versión americanizada de la teoría de Trinquier, que se adelanta e inspira a las teorías contrainsurgentes norteamericanas de los años 60 y 70.

Antes del golpe de Estado ya se había prohibido la publicación de Militancia, El Mundo, Noticias, El Descamisado, El Peronista, La Calle, El Nuevo Hombre y Satiricón, entre otros medios gráficos, acusados de formar parte del “terrorismo periodístico”.[9] Luego la censura de la prensa se acentuó enormemente: el mismo 24 de marzo el bando 19 de la Junta Militar anunciaba que sería “reprimido con la pena de reclusión por tiempo indeterminado el que por cualquier medio divulgare, difundiere o propagase comunicados o imágenes provenientes o atribuidas a asociaciones ilícitas”; y que sería “reprimido con reclusión de hasta diez años, el que por cualquier medio divulgase, difundiere o propagase noticias (…) con el propósito de perturbar, perjudicar o desprestigiar las actividades de las Fuerzas Armadas, de seguridad o policiales”.

Conforme esto la Junta Militar estableció una estrategia de incomunicación y desinformación. Esta estrategia superaba la negativa a informar sobre la desaparición de personas (a menos que fueran suministradas oficialmente), ya que alcanzaba a censurar cualquier crítica al modelo económico, político y social y hasta cualquier información o libro considerado “peligroso”.

Justamente, para Rodolfo Walsh la dictadura provocaba un “terror basado en la incomunicación”, y a esta idea dio respuesta estructurando una forma de comunicación clandestina. Gracias a su trabajo, Walsh pudo proveer a los medios nacionales y extranjeros de informaciones fidedignas, e incluso pudo difundir datos aportados por periodistas que no podían publicarlos en su medio. Según Horacio Verbitsky, la regularidad de los despachos sirvió para medir, más tarde, el nivel de miedo, colaboración o supuesta ignorancia de la gran prensa diaria de aquella época.[10] Si bien los cables –salvo honrosas excepciones- no pudieron publicarse de forma tradicional debido a la censura imperante, se retransmitían de boca en boca por el mundo y por el país, aunque en este caso no de una forma generalizada sino –por el contrario- muy solapada, casi como un rumor.[11]

El llamado Proceso de Reorganización Nacional contó entre sus víctimas a más de cien periodistas, entre ellos el propio Walsh. Según el análisis de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), la cifra es muy alta en relación con los profesionales que integraban el sector, lo que desnuda el intento de silenciar a la prensa para evitar todo tipo de cuestionamientos al régimen.

Al igual que el Programa del 1ro. de Mayo funcionó como matriz orientadora del Semanario CGT,[12]en el caso de ANCLA esa matriz fueron los documentos internos de Montoneros elaborados por Walsh para su debate y discusión, documentos que daban cuenta de la necesidad de generar medios de comunicación para enfrentar el silencio y “parar el golpe” con respuestas políticas.[13] Pese a su notoria claridad, la calidad de las propuestas y el análisis certero respecto de la etapa que se abría con el golpe de Estado de 1976, la conducción de la organización sólo los tuvo en cuenta de forma parcial.

En ese marco, escribe Walsh el 23 de noviembre de 1976: “Respecto a las críticas que (…) formulamos, buena parte de ellas coinciden parcialmente con las rectificaciones del Consejo (Nacional), y en ese sentido entendemos que el documento es un avance significativo para el conjunto. Sin embargo pensamos que las rectificaciones son sólo parciales, porque no corresponden a una autocrítica profunda sobre los errores que nos condujeron a la actual situación, sino que tienden a corregirlos de facto ante la evidencia del mal resultado obtenido”.[14]

En esa época, eran varios los sectores de Montoneros que polemizaban con la conducción. Entre las polémicas más notorias están la que encabezaba Walsh, por un lado, y la de la Columna Norte del Gran Buenos Aires, por el otro. Ambas discusiones, desde diferentes propuestas y perspectivas, giraban en torno del funcionamiento organizativo y del rol de la identidad peronista tras el golpe. En el caso de Walsh, la crítica se dirigía principalmente hacia la línea triunfalista y militarista de Montoneros, y como contrapartida planteaba un necesario repliegue hacia el peronismo, en vez de dilapidar “esfuerzos en crear un inexistente Movimiento Montonero”.

Antes del golpe de Estado, la organización había disputado la conducción del movimiento peronista, que después de 1976 dio por agotado: “Forzadas a replegarse ante la irrupción militar, (las masas) se están replegando hacia el peronismo que nosotros dimos por agotado (…) Suponer que las masas se replieguen al montonerismo es negar la esencia misma del repliegue, que consiste en desplazarse de posiciones más expuestas hacia posiciones menos expuestas”.[15]

De ahí su postura –relacionada con el repliegue popular hacia el peronismo- y la propuesta aglutinante de resistencia al régimen, “que Montoneros tiene méritos históricos para encabezar”: en términos de Mao Tse-Tung, Walsh caracterizaba la etapa como de retirada desde el punto de vista estratégico y como de resistencia desde el punto de vista táctico. Esta definición suponía un cambio en la estructura organizativa para adecuarla a las nuevas necesidades, de modo que la descentralización se constituyó en una de las claves de su planteo.

“Un centenar de oficiales, dispersos en el territorio, sin otro lazo orgánico que la unidad doctrinaria, es suficiente para sostener la resistencia si se cuenta con recursos adecuados en dinero, documentación, propaganda y explosivos”. De esta manera, un masivo “cuestionamiento al orden social, incluso por la violencia”, permitiría acelerar “el enfrentamiento político”. Al “sustraerse como blanco” del accionar enemigo y “reclamar por la paz”, podría demostrarse que “la responsabilidad de la guerra recae en el enemigo. En este punto aparece la posibilidad y legitimación de la resistencia, forma de guerra diluida que, sin fijarse plazos, puede arraigar en el pueblo si le propone formas de acción que estén a su alcance”.[16]

Para lograr este objetivo, Walsh propuso el reparto del dinero con anticipación y por tiempos prolongados, la descentralización de la prensa y la fabricación de explosivos caseros y bombas incendiarias en vez de la fabricación de armas de guerra. En su propuesta, funciona como experiencia de aprendizaje la etapa de la primera resistencia peronista: una línea militar ligada al interés inmediato de las masas, el abandono de los atentados individuales y el privilegio de los atentados al aparato productivo; en lo político, el levantamiento de la bandera de los derechos humanos y una incesante propaganda ofensiva realizada por medios artesanales.

“La aparición de contradicciones entre ellos (la Junta) gira sobre políticas a seguir después de la derrota de la guerrilla, que sigue siendo el factor unificador”.[17] Por lo tanto, todas las acciones -militares y políticas- debían apuntar a acelerar esas contradicciones hasta romper su unidad.

En esa línea de pensamiento y acción, Walsh creó ANCLA, una herramienta política ofensiva destinada a horadar en el corazón mismo del poder.


[1] Walsh, Rodolfo. En Link (1996).

[2] Walsh, Rodolfo, introducción a la primera edición de Operación Masacre. En Baschetti (1994).

[3] Las Actas de Chapultepec fueron firmadas por 20 países americanos en 1945, bajo la supervisión de los Estados Unidos. Su objetivo era establecer un sistema de defensa hemisférica contra la “amenaza del comunismo”, llamado Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR). La Argentina en ese momento se opuso; pero más tarde el gobierno peronista accedió a sumarse a la convocatoria.

[4] California Argentina era el nombre local de la empresa petrolera estadounidense Standard Oil. A fines del segundo gobierno peronista, la Argentina se encontraba en una situación de carencia de los recursos necesarios para movilizar las reservas petrolíferas. Por ese motivo Perón firmó un preacuerdo con la compañía para que ésta extrajera el petróleo para venderlo a YPF, la petrolera estatal. Como por el artículo 40 consagrado en la Constitución Nacional de 1949 se establecía que todos los recursos naturales del país eran propiedad inalienable de la Nación, la California no podía comercializar el petróleo: el acuerdo entonces era venderlo a YPF cobrándose los costos más una ganancia del uno por ciento sobre el capital invertido. La oposición dentro del mismo peronismo, sumada a la oposición de los demás partidos políticos trabó el proyecto, que no logró prosperar.

[5] Fossati, Ernesto. En Baschetti (1994).

[6] Mestman, Mariano (1997).

[7] Rodolfo Walsh también pudo conocer el funcionamiento de la agencia Wafa, cuando el diario Noticias lo envió al Líbano para trabajar en una serie de notas sobre los palestinos, que siguen teniendo una enorme actualidad.

[8] Mattelart, Armand (1978).

[9] Gillespie, Richard (1987). Págs. 190 y 235.

[10] Verbitsky, Horacio (1985).

[11] El libro Rodolfo Walsh y la prensa revolucionaria. Cables de ANCLA, del Colectivo Esteban Neurus, Ediciones CTA, 2013, publica al final del texto algunos artículos del diario mexicano Excelsior, que citan partes de ANCLA.

[12] Mestman, Mariano (1997).

[13] Con respecto a las críticas a la Conducción, es el propio Walsh el encargado de resaltar que “situarlas por escrito no debe entenderse como una forma de cuestionamiento sino de diálogo interno”. En Baschetti (1994), pág. 239.

[14] Walsh, Rodolfo. En Baschetti (1994), pág. 209. Según Roberto Perdía (1997), la circular del 12 de febrero de 1977 intentó “encontrar mecanismos superadores al debate que estábamos desarrollando”. En entrevista personal con la autora (marzo de 1999), Perdía -en ese entonces secretario político de Montoneros- sostuvo que “cuando Walsh hizo su planteo ya era tarde, y cuando nosotros lo hicimos fue mucho más tarde todavía. Habíamos ido muy lejos, tuvimos una cierta desvinculación con el movimiento popular desde 1974 en adelante. Entonces, cuando quisimos pegar el golpe de timón, ya era tarde”. Para ampliar el tema, ver en Roberto Perdía, Montoneros. El peronismo combatiente en primera persona, Buenos Aires, Planeta, 2013. Otros libros recientes que abordaron la temática son los de Guillermo Caviasca, Dos Caminos. PRT-ERP y Montoneros, la guerrilla argentina en una encrucijada (De la Campana, 2013); Mariano Pacheco, Montoneros Sivestres. Historias de resistencia a la dictadura en el sur del conurbano (Planeta, 2014); Hogo Montero e Ignacio Portela, Rofolfo Walsh, los años montoneros (Sudestada/Continente, 2010), y Eduardo Jozami, Rodolfo Walsh, la palabra y la acción (Norma, 2006).

[15] Walsh, Rodolfo. En Baschetti (1994).

[16] Ídem.

[17] Ídem.

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About Post Author

Natalia Vinelli

Es doctora en Ciencias Sociales (UBA), magíster en Periodismo y especialista en Planificación y Gestión de la Actividad Periodística. También es licenciada en Ciencias de la Comunicación en la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), donde dicta clases como profesora titular asociada en el Taller de Expresión 2. Es investigadora con sede en el Instituto de América Latina y el Caribe (IELAC). Publicó numerosos libros y artículos sobre comunicación alternativa popular y comunitaria. Entre ellos, “La televisión desde abajo. Historia, alternatividad, y periodismo de contrainformación” (2014) y “La televisión alternativa en la transición digital. Las experiencias de Argentina y Chile” (2023). Es fundadora del canal Barricada tv, que se emite por la frecuencia 32.1 de la TDA. En 2018 obtuvo el Premio Lola Mora a la labor periodística en tv digital e integra Documentalistas de Argentina (DOCA). Entre 2020 y 2023 se desempeñó como subdirectora de Proyectos Especiales de ENACOM Argentina, a cargo de programas de conectividad para barrios populares, comunidades rurales y de pueblos originarios.
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