Se desplaza rápidamente de un lado al otro de la mesa con movimientos precisos que demuestran un saber previo, una destreza juvenil o el destello de un estilo que permanece vigente a pesar de no haber sido ejercitado durante años. Despliega un juego claramente ofensivo, arriesgado, para nada conservador. Saca rápido y largo al fondo y, sin dudarlo, ataca la devolución con un revés invertido que pica justo en el ángulo derecho de la mesa. Gana el punto.
En un desafío a cinco sets con este cronista, muy disputado e intenso, con jugadas tan memorables como aquella, el documentalista Néstor Frenkel revivió algunos de sus mejores golpes y estrategias para jugar al ping-pong, pero además conversó sobre su trayectoria cinematográfica y sobre algunos de sus intereses humanos y estéticos recurrentes, como personas, cosas o temas que por sus características y cualidades esenciales transitan por bordes imprecisos de la cultura y son muy difíciles de definir o clasificar.
Entre saque y saque, entre revés y revés, Frenkel adelantó detalles de una nueva película que está realizando: un catálago de monumentos no convencionales de la República Argentina. Un proyecto abierto y colaborativo en el que se pregunta qué es un monumento, quién lo legitima como tal y qué función o utilidad puede cumplir. Un nuevo desafío para el cual ya recibió y sigue abierto a recibir aportes –fotografías, videos e información sobre estatuas o monumentos no convencionales- de personas que habitan diferentes ciudades y provincias del país.
“En principio –adelanta Frenkel de un proyecto que va construyendo al mismo tiempo que lo edita- es una película documental, un poco porque es lo que yo sé hacer y es a lo que me dedico. Pero estoy viendo que tiene algo más. Que ofrece posibilidades y permite ramificaciones. Se está convirtiendo en un proyecto transmedia, porque es a la vez un catálogo colaborativo y está muy cerca del mundo de las artes plásticas. Hay un diálogo con eso también”.
Este “Catálogo de monumentos no convencionales de la República Argentina”, que ya incluye un poco más de 500 objetos de estudio, puede contener exponentes tan dispares y variopintos como una escultura dedicada a Leonel Messi erigida en el desierto de Tilcara, una réplica del famoso huevo de cemento de Federico Manuel Peralta Ramos en Retiro, una copia a escala reducida de la estatua de la libertad en un shopping en Munro o un pato fotógrafo gigante y colorido ubicado en una esquina ya emblemática de Punta Mogotes, en Mar del Plata.
“Es una especie de catálogo vivo, que se va alimentando de fotos y videos de nuevos monumentos que van aparenciendo en diferentes lugares del país. Trata sobre el arte y el diseño. Se trata un poco de eso. De patrimonio y diálogo. Es un proyecto que va por varios lados. En principio, estoy encontrando una forma de película documental, pero puede suceder que se convierta en algo transmedia también”, reiteró el cineasta.
Tanto para el cine como para el ping-pong, el método de Frenkel, su estrategia de juego, es observar detenidamente, escuchar con atención y dejar ser tal cual son a las personas a las que busca retratar, sin intervenir en la realidad que las moldea, o haciéndolo lo menos posible
Tanto para el cine como para el ping-pong, el método de Frenkel, su estrategia de juego, es observar detenidamente, escuchar con atención y dejar ser tal cual son a las personas a las que busca retratar, sin intervenir en la realidad que las moldea, o haciéndolo lo menos posible, para permitir que los gestos, los pensamientos, las palabras y los comportamientos afloren y fluyan con naturalidad -de manera auténtica e imprevisible- frente a su cámara.
Desde “Buscando a Reynolds” (2004), su primer documental, hasta “Después de Un buen día” (2024), el último que estrenó hasta el momento, no sólo transcurrieron 20 años de una trayectoria autodidacta, prolífica y reconocida por el público, sino que además transitaron personas e historias de vida especialmente atractivos en su diversidad, en su particularidad esencial. Músicos virtuosos con síndrome de down (el baterista Miguel Tomasín en “Buscando a Reynolds”), un ilusionista que hace sus trucos con una sola mano (René Lavand en “El gran simulador”), un odontólogo y radioaficionado que se dedica al cine amateur en Super 8 milímetros (Jorge Mario en “Amateur”), un artista genial y “psicodiferente” (Federico Manuel Peralta Ramos en “El coso”), el protagonista de una película despreciada por la crítica y amada por un grupo de fans (Aníbal Silveyra en “Después de Un buen día”) y otras personas para nada convencionales a las que, por su propia heterogeneidad, es muy difícil de etiquetar.

“Buscando a Reynolds” (2004).
Para Frenkel “son personas o cosas de la cultura popular que están como dejadas de lado, como apartadas de lo que prejuiciosamente se considera como central. En los márgenes del arte, por ejemplo. Música down, magia manca, arte psicodiferente, cine amateur o la peor película de la historia. Todo lo que es dejado de lado. Lo que no es valorado o lo que de alguna manera es menospreciado. Lo que muchos, a partir una mirada superficial y prejuiciosa, menosprecian y subestiman como si se tratara de alguien o algo inferior”.
Paulo Pécora- ¿Pensás que son seres o expresiones de la cultura a los que no se contempla en su debida dimensión?
Néstor Frenkel: Quizás. No siempre. Tampoco me interesa romantizar a las personas que retrato. Es como lo que está en un borde que no sabés muy bien dónde incluir o ubicar. Porque, por ejemplo, René Lavand es muy célebre. Entonces, ¿se trata de un tipo dejado de lado? Todo lo contrario. Pero sí fue el único mago manco. Y era más capaz o incluso más interesante y habilidoso que muchos otros. En su juventud fue esgrimista y jugaba al ping-pong, como nosotros. Y bueno, siguió jugando con una sola mano… Hacía todo con su mano.
¿Lo que los une más allá de sus diferencias es que todos habitan una especie de zona de indeterminación?
Tal cual. Una zona donde ubicamos lo que es muy difícil de ubicar. Me parece que hay un desafío o un interés o algo más que me atrae mucho de todo eso. De aquello que no puede ser definido categóricamente ni de manera apresurada. Lo que no entra claramente en una categoría. Creo que eso es lo que más me interesa, no sé bien por qué, pero a la larga es eso.
Puede ser una forma de cuestionar los criterios de valoración cultural. En el caso de tu nueva película, sería preguntarse por qué una estatua o escultura es considerada o no un monumento. Qué lo legitima.
Por ahora trato de entender qué es un monumento y qué no lo es, o qué sería convencional y qué no, y por qué. Todavía ni siquiera está muy definido el objeto de estudio. Qué es un monumento y qué no. Y cuál de ellos es convencional y cuál no. Entonces hay una cantidad de posibilidades de error gigantesca. De eso se trata también. De ir afilando un poco el rango. Sí, y a la vez tratar de responder una pregunta recurrente: ¿por qué le ponemos a una cosa un nombre y no otro? Un adjetivo y no otro. Ese también es el tema.
En ese sentido, ¿el famoso huevo gigante de Federico Manuel Peralta Ramos también podría ser considerado un monumento no convencional?
Bueno, ese es el huevo germinal, digamos, el inicio de este proyecto. La idea viene de ahí.Cuando hice “El coso” (2022) pensé que iba a ser un documental un poco más raro, menos convencional, por decirlo de algún modo, y entonces tuve la necesidad de abordar a Peralta Ramos por costados más extraños. Pero después me pareció que retratarlo a él y a su figura, por más que ya no estuviera vivo, era suficiente: alcanzaba e incluso era en esa sencillez donde estaba la mayor fuerza de la película. Entonces limpié el proyecto y dejé algunas ideas de lado. Pero la idea del huevo gigante quedó, como algo latente que fue cobrando una fuerza propia. Y bueno, al final tomó el centro de la escena. Se podría decir que el huevo de Peralta Ramos empolló esta película.
¿Cuál es tu verdadero interés por los monumentos? ¿Por qué los elegiste como tema de este nuevo proyecto?
No sé muy bien. Quizás sea justamente porque me dan ganas de preguntarme por qué. En realidad sería eso, creo. Busco preguntarme por qué hago una película para preguntarme por qué este y no otro tema o persona. O tal vez lo hago para preguntarme qué pienso de esto o aquello. Pero nunca es parte de una idea fuerte, un tema preestablecido o algo así.

Monumentos no convencionales, el eje del nuevo proyecto de Frenkel.
¿Es decir que no trabajás con una hipótesis fuerte, sino con algo que vas encontrando y capaz te propone desvíos y te hace interesarte en otras cosas?
Trabajo siempre con lo que me llama la atención, lo que me interesa y me hace dudar. No sé muy bien por qué o qué pienso de eso, no sé cómo pararme o cómo contarlo. Y ahí, entre todas esas dudas y preguntas, me resulta interesante meterme y hacer con eso un documental. En este nuevo proyecto creo que de todas esas dudas surgieron temas como la identidad, el patrimonio, la cultura, cómo nos miramos, cuánto nos valoramos o no, qué es arte y qué no, qué es arte elevado y qué arte popular.
Parece que lo kitsch siempre está por ahí dando vueltas…
Sí. Obviamente que siempre está como posibilidad la de que uno de estos monumentos sea mirado como algo kitsch, pero esa también es una categoría que uno le agrega. Es muy subjetiva esa valoración. Y justamente mi interés nunca está en valorar algo por lo que es, sino en preguntarme qué es.
O sea, ¿el documental como una excusa para investigar sobre algo?
Un motivo para preguntarse cosas. Para meterme en temas y poder pensar e investigar, buscar, manipular materiales. Es un diálogo con la realidad. Por eso me gusta hacer documentales. No busco manipular la realidad para hacer cualquier cosa, pero sí quiero dialogar con ella. Es un diálogo que establezco, durante cierta cantidad de tiempo, con algún recorte de la realidad, con una puerta de la realidad que decido abrir y meterme. Pero siempre con la realidad, aunque nunca sea objetivo ni completo.
Aunque sea es verdadero…
Tampoco sé si es verdadero. Intenta ser un trabajo honesto. ¿Honesto con qué? ¿Conmigo? Claro. Y que no engañé al público ni que vista nada de algo que no es. Y sobre todo no venderme a mí ni creerme cosas que no soy. Porque también está el documental que lo quiere contar todo o el documental que se obliga a ser de trinchera y a defender una causa. Y embanderarse con algo no es una muy buena estrategia. Porque sólo vas a a intentar cumplir algo que crees saber de antemano.
¿Es esencial observar y dejar ser a lo que sucede frente a la cámara?
Sí, es un poco la gracia. Ir contra eso es ir contra el espíritu del documental, contra lo mejor que tenés a tu favor. Es desaprovechar las oportunidades que te brinda toda esa duda, la ambigüedad de la realidad. Estás perdiendo lo mejor que tiene el documental, que es no saber… Y esperar también, claro. ¿Cuál es el método, si es que existe alguno para tratar de apropiarse lo máximo posible de lo que te pueda dar la realidad? ¿Cómo surge lo espontáneo? Lo que fui entendiendo es que se debe hacer la menor cantidad de ruido, hablar lo menos posible y jugar siempre el juego del otro. Ahí es donde tenés la chance de que aparezca lo esencial. Dejar ser y registrar, y hacerse cargo de eso. Está pasando algo frente a la cámara y vos tenés que verlo, pero tenés que ser lo menos invasivo posible.
Claro, dar lugar a que lo inesperado aparezca…
Exactamente. Y que también aflore una verdad del otro que no la sabés vos, que sólo la sabe el otro. Hay que dejarlos ser y registrarlos, sin intervenciones, sin indicaciones, sólo esperando. Y ahí es donde aparece una verdad. Hay que evitar una presión innecesaria, bajar las ansiedades y dejar que las cosas sucedan. Que sucedan realmente. Para eso trato de no hablar nada antes del rodaje. No preparar nada por anticipado, sino todo lo contrario. Que todo suceda delante de la cámara.
En la mayoría de los casos tus documentales tratan acerca de personas.
Sí, incluso este nuevo proyecto. Siempre son una excusa para retratar personas. En este caso, al ver los monumentos, intentaré entender algo de la esencia humana, por qué creamos ese tipo de objetos y por qué les damos un espacio destacado. Siempre hay un intento de ver al humano. Un poco para hacerme preguntas, porque generan materiales o emociones que son interesantes, y otro poco porque hay un cuento o historia que vale la pena ser contada. A veces son cosas más espontáneas y espirituales. No sé qué pasa ahí, me llama la atención, me hace dudar, me hace pensar y preguntarme. Una persona siempre es alguien misterioso.
Y al mismo tiempo el documental revela comportamientos humanos muy particulares, que incluso podrían avergonzar o enojar a más de uno …
Todos queremos nuestro premio, todos queremos nuestro monumento. Nuestro reconocimiento. Ganar, ser aplaudido, ser valorado. Pero desde una cámara que sólo observa todo, esas ambiciones empiezan a verse más transparentes. Se empieza a ver más… Y empieza a pasar que a mucha gente le da pudor verse reflejada en esas personas y empiezan a decirme: “Vos te burlás, sos un hijo de puta”. Y en realidad lo que pasa es que esa persona simplemente no se banca lo que ve. Porque no hay ninguna manipulación de lo que está ahí. Estoy mostrándote a unas personas, contándote un cuento sobre esto o aquello. Lo que les pasa a los demás con eso en su interior, su reacción frente a eso, es otra cosa. Quizás sea una forma que tienen de escaparse de una sustancia, un comportamiento humano que también es parte suya. Que los involucra.
La entrevista se acaba, pero el partido de ping-pong continúa muy disputado y parejo. Frenkel juega sus últimas cartas para intentar remontar el quinto set, el último y definitivo. Está abajo por dos puntos, pero sabe que todavía puede ganarlo. Busca la jugada épica, la magia que le permita acercarse al empate. Pero a pesar de su esfuerzo, a pesar de su buena técnica, algún pensamiento lo distrae, se apura un poco en el último golpe y lo erra. La pelotita pasa muy cerca de la línea de fondo de la mesa, pero cae al suelo sin tocarla. Puede haber sido un partido perdido, pero seguro que para Frenkel será la oportunidad para volver a vivir una pasión recobrada.
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