Si Borges se erigió en el símbolo supremo del lector, Mercedes Sosa, además de cantar como cantaba y embellecer piezas que, en las versiones originales, no alcanzaban el brillo que la voz de la tucumana supo darles, es la gran oyente y antóloga de la música popular argentina.
Dentro de las obras que esta perita en canciones no dejó pasar por alto, aparece una pregunta que Nahuel Porcel de Peralta musicalizó en 1982 y que, unos años antes, escribió Jorge Boccanera. Esa canción –“¿Será posible el sur?”– fue grabada por primera vez en 1983, por la venezolana Lilia Vera. La noche del 9 de julio de 1984, correspondiente al natalicio de la patria y al de Mercedes Sosa, Porcel de Peralta entonó la canción en la intimidad del encuentro que, con motivo del cumpleaños de la artista, se realizaba en el domicilio porteño de la cantora. Mercedes quedó hechizada frente a la gema descubierta esa madrugada, pero recién pudo volver a dar con ella meses después, gracias a la versión de Lilia Vera.
Hay preguntas que devienen astillas de palabras que explotaron: “¿Dónde estaba Dios cuando te fuiste?” (Enrique Santos Discépolo); otras, puntas de un filo sin mango: “¿Para quién canto yo entonces, / si los humildes nunca me entienden, / si los hermanos se cansan / de oír las palabras que oyeron siempre?” (Charly García); algunas, lienzos quemándose en una pared: “¿Qué se amontona en la noche?” (Manuel Castilla); también las que, entre esas la de Boccanera, tiemblan como cofres abiertos entre el abismo y el amparo.
Salvo excepciones, una buena letra de canción no resiste (no tiene por qué) la lectura a modo de poema. Tampoco un poema bien logrado adquiere necesariamente validez de letra de canción, y para esto la mano de los músicos resulta esencial, en la medida en que la musicalidad de la poesía para ser leída implica otras exigencias que la musicalidad de la compuesta para ser cantada.
Antes de volverse letra de “¿Será posible el sur?”, el poema de Boccanera no llevaba título, simplemente el número diez (en romano) indicaba su ubicación en el libro Oración para un extranjero (1980). Antes que letra cantada, fue letra escrita, y poseía dos particularidades que no siempre caracterizan al lenguaje de la cancionística.
A diferencia de la mayoría de las canciones, no tiene rima ni una métrica regular o más o menos estable. La segunda peculiaridad, apuntada por Boccanera, consiste en que la pregunta que la inicia, al no incluir los encabezados típicos de las interrogaciones (¿qué?, ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿dónde?,¿por qué?, ¿quién?), se torna menos escuchable como pregunta. En efecto, leer oralmente un interrogante supone un ejercicio relativamente convencional de entonación, pero ¿cómo cantarlo?, ¿cómo saber si, dentro de los márgenes de la comunicación musical, Porcel de Peralta o Mercedes Sosa están afirmando “Será posible el sur” o si esas cuatro palabras son, en realidad, una pregunta?
¿Será posible el sur?
¿Será posible
tanta bala perdida al corazón del pueblo
tanta madre metida en la palabra loca y toda
la memoria en una cárcel?
En la versión literaria, el texto se abre sin título. En la cancionera, el nombre acuñado e impreso en el disco devela el carácter interrogativo de ese primer verso que, dentellada exacta, se publicaba cuando Boccanera, destacado poeta nacido en 1952 en Ingeniero White (Bahía Blanca) y reconocido con premios como el Casa de las Américas (1976) y el Casa de América de Poesía Americana (2008), vivía sus tiempos de exiliado durante la última dictadura militar argentina. Tiempos de lengua forcejeada y aturdida: muchas mujeres (“tanta madre”) metidas en la palabra loca, y toda la memoria, encarcelada.
Nahuel Porcel de Peralta es oriundo de Cañada de Gómez (Santa Fe, 1953) y autor de excelentes canciones como “Y la milonga lo sabe” y “Pájaro de rodillas” (con el uruguayo Alfredo Zitarrosa). En México compartió exilio con Boccanera e integró el conjunto de guitarristas que acompañó al propio cantor oriental entre 1982 y 1983. Nahuel, como se lo conoce en el ambiente musical, grabó “¿Será posible el sur?” en 1987.
Si bien Boccanera había dado a conocer estos versos cuando la democracia no había retornado a la Argentina, mientras que el compositor, actor e intérprete los publicó mientras Alfonsín gobernaba el país, hay entre la versión literaria y la musical una atmósfera común: la idea de que la vida democrática nacional y continental sigue en construcción y que, por lo tanto, es menester luchar por lo que no se tiene (en el poema, el sur aún no era posible), pero también por lo que ya se posee (en la canción, el sur como algo a continuar forjando).
La versión sonora, con cierto aire de milonga, que Porcel de Peralta hace del notable poema, o mejor, la exquisita conversión que efectúa de los versos (la música no es acompañada por la letra, ni viceversa: se funden) difiere de la de Mercedes Sosa: las palabras de Boccanera, la voz y la guitarra de Nahuel caminan perfectamente tomadas de la mano; en la interpretación de Sosa, la fusión sigue en pie, pero el canto de la intérprete parece izarla todavía más.
En 1985, un año después de que la “Negra” grabara “¿Será posible el sur?” (con arreglos de Oscar Alem y José Bragato) y eligiera el nombre de esta canción para el de su propio disco, se presentó el relato documental homónimo, dedicado a Mercedes Sosa y dirigido por el alemán Stefan Paul. Allí, la artista aparece cantando en varios recitales y en diversos paisajes argentinos, así como pronunciando su visión sobre la realidad social del país. El mismo 1985, y como respondiendo al interrogante de la canción de Boccanera y Porcel de Peralta, Joan Manuel Serrat publicó un álbum donde el punto cardinal reaparecía con fuerza (El sur también existe), y que adoptaba el título de una de las piezas del disco. La letra de Mario Benedetti, probablemente mejor poeta en la canción que en el poema, certifica la existencia de esta región del mundo, en tanto que la de Boccanera flota entre lo que es, lo que podrá ser y lo que no es, entre el dolor y la potencia.
1987, mediante el disco Parte de la religión, volvería al sur con el Charly García que, ya solista después de su brillante etapa grupal en Serú Girán, en la canción “No voy en tren” proclamaba la autosuficiencia de quien se sabe parte de esta región del mundo: “Yo soy de la cruz del sur, / soy el que cierra y el que apaga la luz”; asimismo, en un tema de aliento amoroso y titulado “El karma de vivir al sur”, advertía que lograría resistir, precisamente, el “karma de vivir al sur”, “el karma de vivir sin luz”.
Difícil decir “sur” y no pensar en la distinguida revista Sur, fundada por Victoria Ocampo en 1931, y sacada a la luz, al menos con regularidad, durante cuarenta años, así como en la editorial de idéntico nombre que la autora propiciara en 1933. Además de directora de estas publicaciones que dieron a conocer en el país novedades literarias y culturales de diversas partes del mundo, Ocampo tuvo el mérito de rebelarse contra los imperativos epocales destinados a las mujeres, y en 1936 instituyó, junto con Susana Larguía y la escritora María Rosa Oliver, la Unión de Mujeres Argentinas. Más allá de su lucha por los derechos femeninos, no puede soslayarse que esta escritora y traductora no logró sustraerse a otros imperativos (los de su clase patricia), que siguió la línea sarmientina de inscribir lo argentino menos en Latinoamérica que en el panorama de lo universal europeo, que ejerció posturas reaccionarias, y que el sur de su imaginario, en buena medida, viene a ser lo otro del inquirido y trashumado por Boccanera, Porcel de Peralta y Mercedes Sosa.
Hay en la versión de Sosa una variación mínima respecto del poema original. Dice el texto literario en la segunda estrofa:
¿Será posible el sur?
¿Será posible
tanto invierno caído sobre el último rostro
de mi hermano,
tanto salario escaso riendo con descaro
en el plato vacío y el verdugo esperando?
Aquí, el sueldo exiguo ríe en el plato sin comida, y el verdugo espera para ejecutar su función. En el último verso, el canto de Sosa modifica leve y sugestivamente el orden de las palabras: “tanto salario escaso riendo con descaro / y en el plato vacío el verdugo esperando”: el verdugo acecha en la ausencia del pan tanto como metiendo bala, señalamiento que, en la presente coyuntura argentina, bien puede remitir a la retención y a la no distribución de alimentos que el actual gobierno ejerció (ejerce) con tiranía.
Otro detalle, señalado por Porcel de Peralta. “Mi territorio de una vez gira en la oscuridad / de esa pregunta”, dice el poema de Boccanera, dando a entender que el territorio de antaño da vueltas entre las sombras del interrogante. En la grabación de Porcel de Peralta, el hecho de que el cantor entone sin pausas las primeras cuatro palabras (“Mi territorio de una vez”), haga después un mínimo intervalo y repita que el mismo territorio continúa dando vueltas (“Mi territorio de una vez… gira y gira en la oscuridad”), responde al espíritu de lo escrito por Boccanera. En la grabación de Mercedes, por el contrario, se escucha que “Mi territorio… de una vez gira en la oscuridad”, promoviendo la comprensión de que el giro avanza de un solo tirón, no ya dando cuenta de una época pasada acaso más luminosa.
Gracias a sus versos y al diálogo con la melodía de Porcel de Peralta, Boccanera se suma a la lista de grandes preguntadores de la canción. El final de su texto reitera el interrogante y añade otro no menos agudo:
¿Será posible el sur?
Si se viese al espejo, ¿se reconocería?
¿Cómo posibilitar nuevamente el sur que en algún momento fue alcanzable, o cómo abrirle camino de una buena vez? ¿El sur se reconocería mirándose al espejo, entre la desilusión por el gobierno nacional precedente y el horror frente al actual? La pregunta de Boccanera y Porcel de Peralta sube como brasa en la niebla de estos días. Solo estirando el punto cardinal, solo desplegando esta zona del mundo hacia un sur más grande, puede vislumbrarse la punta de una respuesta.