Algunos documentales se proponen como espacios de reflexión sobre circunstancias sociales y políticas del presente, pero de manera indirecta, partiendo en muchos casos del recuerdo y el análisis de hechos puntuales del pasado. Con abordajes estéticos y narrativos diversos, permiten pensar las problemáticas actuales apelando a la memoria de sucesos que marcaron nuestra historia. En ese sentido podría leerse “Sapos. Momentos de infancia en dictadura”, una película de Lucas Brunetto que trabaja con archivos fílmicos hogareños para abordar una serie de relatos sobre el modo en que algunos niños argentinos vivieron sus infancias en el contexto de la última dictadura cívico-militar.
“Me propuse contar las historias de quienes, como yo, fueron niños durante la dictadura militar que gobernó la Argentina entre 1976-1983. En lugar de filmarlas, me pareció más interesante que dialoguen con fragmentos de audios y películas hogareñas de la época. Así surgió Sapos. Un mosaico audiovisual compuesto por juegos infantiles, fiestas escolares, desfiles militares, libros prohibidos, un viaje al exilio, una lluvia de batracios y la misteriosa aparición de un pingüino en la casa de un desaparecido”, cuenta Lucas Brunetto.
Después de recorrer festivales internacionales como Lyon, Biarritz y Viña del Mar, la película de Brunetto empezó a exhibirse este mes en la ciudad de Buenos Aires, donde se podrá ver todos los sábados de marzo y abril, a las 21, en la sala del Teatro Ítaca (Humahuaca 4027). El público que asista a las proyecciones podrá disfrutar también de una muestra de 20 fotogramas ampliados y tomados directamente de films de 8 y Super 8 milímetros que numerosas personas aportaron para que el director pudiera recrear una época y darle contexto histórico a los relatos en voz off de los protagonistas.
“Me pareció que estos fotogramas podían representar el universo de la película pero con cierta autonomía. Una clave para elegirlos fue encontrar momentos o instantes que fueran como vasos comunicantes entre lo íntimo de la vida familiar y el espacio público de la Argentina de los años 70”, afirmó Brunetto, que además de cineasta es sociólogo y docente.
“Sapos” es un documental en primera persona, con diversas voces y narradores, que combina las preocupaciones estilísticas de un ensayo con las posibilidades expresivas de la apropiación de materiales preexistentes, en este caso cintas de audio magnético y películas hogareñas de Super 8 filmadas de modo amateur en los ’70, que llegaron a Brunetto de manos de amigos, colegas, conocidos y vecinos. “Es una película narrada en primera persona pero de las que no entraría dentro del conjunto de los documentales que narran la historia personal del director, porque en los relatos de los diferentes protagonistas hay algo de lo colectivo que está presente”, destacó Brunetto.
El director realizó un trabajo laborioso y extenso. Primero escribió un guión en base a una idea que surgió en 2006 durante unas clases que le tocó dictar en Catamarca: junto a otros docentes que al igual que él habían vivido su niñez durante la dictadura intercambiaron relatos sobre sus vivencias, sus sensaciones y miedos infantiles (Sonia Villella, Tália Meschiany, Iván Thisted, Nadia Jacky, Damián Ríos y Melchor Armesto le ponen su propia voz a la lectura de esos textos en diferentes momentos del documental).
En 2016, durante un seminario sobre películas hogareñas que dictó en la Untref, descubrió que la presencia de los niños tiene un predominio muy marcado en este tipo de filmaciones. Se dio cuenta que el cine doméstico generalmente tiene como protagonistas a niños en situaciones de reuniones familiares o en ritos de pasaje, como cumpleaños o ceremonias religiosas.
Con todo ese trabajo previo sobre el mismo tema, Brunetto decidió buscar y recolectar grabaciones de audio y decenas de películas (muchas de ellas olvidadas en algún ropero o traspapeladas en el cajón de algún escritorio) para revisarlas, proyectarlas y verlas más de una vez para elegir cuáles podrían servirle y, una vez seleccionadas, digitalizarlas para separar las tomas y secuencias que usaría en el montaje final.
-Paulo Pécora: ¿Cuál era tu propósito al encarar la realización de “Sapos”?
-Lucas Brunetto: Quería recuperar los relatos de aquellos que pertenecemos a la generación que nos tocó ser chicos durante la última dictadura. La idea no era contar la infancia clandestina, ni tampoco la de quienes fueron directamente impactados a causa del secuestro y la desaparición de sus padres y/o familiares; sino la de quienes, como a mí, nos tocó vivir la infancia e ir a la escuela durante el gobierno militar. Me interesó reconquistar del pasado aquellas pequeñas vivencias íntimas que se encontraban soterradas y que un buen día emergieron de manera misteriosa poniendo al descubierto que todos fuimos, de una u otra manera, atravesados por la dictadura. Como eso no se podía contar con los registros que hicieron los noticieros, me pareció un buen recurso hachar mano a las filmaciones hogareñas que estaban guardados en roperos o cajones olvidados.
¿Y cómo pensás que los niños experimentaron su infancia durante la dictadura?
Me di cuenta de que la mía fue una infancia atravesada por la dictadura. Hay diferentes niveles de afectación. Incluso aquellos que no tuvimos ningún familiar detenido desaparecido fuimos impactados por la dictadura. Una parte de nuestras vidas probablemente hubiera sido diferente si nuestra infancia hubiera transcurrido en un estado de derecho. Pero por otra parte, quería rescatar algo que para quienes fuimos niños seguramente resultó como un resguardo o escudo de protección. Me refiero al juego lúdico. Todos los relatos tienen el juego presente y uno de ellos propone una reflexión sobre el papel del juego como instancia de reedificación.
Es curioso en este documental el espacio que le das a la ficción…
Lo que pasa es que muchas veces, al hablar de algo que ocurrió cuando éramos niños no podemos recordar lo sucedido en su totalidad. Esto obliga a rellenar esas lagunas e intersticios apelando a la imaginación. Los detalles de un recuerdo real y concreto son completados por la imaginación. Ahí se introduce el componente ficcional. Por supuesto que nunca habría un recuerdo que se preserva a lo largo del tiempo como una unidad primigenia y al cual podríamos volver sin que haya un proceso de resignificación realizado desde el presente. Pero en el caso de un recuerdo infantil dicha resignificación es mucho más compleja porque la imaginación viene a reponer algo que ya había sido configurado en buena medida por la propia imaginación infantil. Es por eso por lo que en lugar de tomar testimonios sobre la infancia en dictadura me gustó mucho más la idea de juntarnos a leer los relatos que fueron escritos luego de haber intercambiado vivencias de nuestras infancias. En la lectura de esas escrituras radica la diferencia. Cuando uno escribe un relato el carácter testimonial que tienen las palabras queda subsumido como un elemento más de la narración. Cuando uno lee a los otros ese relato que ha escrito permite que emerja de forma más nítida el componente ficcional de la narración.

¿De qué forma tu película dialoga con la tradición del documental político argentino?
A su manera, es un trabajo que no renuncia a dialogar con la tradición del cine documental que ha tenido durante décadas un costado fuertemente político. Es cierto que, a diferencia de otros documentales, Sapos no denuncia ni pone a la vista los horrores de la dictadura. Pero también es muy cierto que se propone analizar e invitar a pensar algunas cosas que merecen volver a reflexionarse con tiempo. Por ejemplo volver a pensar el tiempo pasado revisando la relación entre memoria e historia. La tesis que sobrevuela la película es que la memoria no debería ser concebida como el reservorio de la verdad histórica. Pienso la memoria como algo abierto, dinámico, en transformación. En cuanto a sus relaciones posibles con el documental político, me interesa lo nuevo. Lo que contribuye a abrir el juego y reconfigurar las cosas. Asumo que en ciertos momentos podemos quedar paralizados por la sensación de que estamos atrapados en ciclos recurrentes que no acabaran de repetirse jamás. Pero pienso que la política, entendida como instancia capaz de asegurar un horizonte de posibilidades ahí, donde hasta ayer, todo parecía imposible; debería propiciar la posibilidad de lo nuevo. Por eso en Sapos se recupera la metáfora del horizonte.
¿Cómo fue el proceso de trabajo para llevar adelante “Sapos”?
Di un seminario en la Untref en 2016 trabajando con registros hogareños fílmicos y en video. Investigué material bibliográfico, artículos sobre el valor sociológico de este tipo de prácticas de filmar los rituales de paso, comuniones, cumpleaños, casamientos, nacimientos. Le daban un valor más sociocultural o antropológico. En el cine doméstico los niños tienen un papel protagónico en general. Siempre se filma en función de dejar un legado para la prosperidad. Eso me llamó la atención y ahí pensé en la posibilidad de juntar ese material. Me contacté con amigos y colegas, vecinos y compañeros de trabajo que tenían o acopiaban esos materiales. Fue como una bola de nieve que fue creciendo de boca en boca. Sus aportes fueron muy valiosos para el proyecto y yo les estoy muy agradecido.
Y luego ¿cómo identificaste entre todas esas imágenes aquellas que servían al proyecto?
En 2019 me puse a trabajar en la visualización, en la digitalización, clasificación en categorías (asados, cumpleaños y otros rituales de paso, plazas y parques de diversiones, vacaciones, aeropuertos y viajes en avión, etcétera). Clasificar en categorías es un procedimiento que conozco por ser sociólogo. Los textos me fueron orientando en la selección de las imágenes, aunque hubo imágenes que se impusieron solas, como la categoría de zoológico, donde nos llevaban mucho cuando éramos niños. Les ponía un color rojo a las imágenes muy interesantes, naranja a las más o menos interesantes, verde a algo más o menos cercano al tema y dejaba sin color a aquellas imágenes que descartaba.
¿Cuál fue el criterio de selección?
El desafío fue resaltar el valor cinematográfico del material reunido. Fuimos a rescatar las piezas que desde el punto de vista estético nos servían tanto narrativa como expresivamente. Buscar lo cinematográfico en esas imágenes amateurs. Y ahí tratamos de que haya un equilibrio entre lo improvisado y espontáneo de las filmaciones hogareñas y lo más cercano a lo cinematográfico. Eso nos fue orientando. Y vimos que debíamos tratar que la película sea orgánica, que ningún componente y recurso le gane al otro, que haya un equilibrio entre imagen y palabra. Que la palabra y el archivo sonoro no eclipsaran lo que nos mostraba las imágenes.
Pero el film se estructura también a partir de una serie de relatos de personas que narran su niñez en dictadura. ¿Son relatos reales o los escribiste vos?
La mayor parte de los relatos son narrados por las mismas personas que los escribieron. Son sus voces. En 2006 participé en una capacitación docente y me tocó dar clases en Catamarca. Charlando con otros docentes nos dimos cuenta de que habíamos vivido la infancia en tiempo de dictadura y quedamos bastante impactados porque había algo en común entre todos. Decidimos escribir eso que nos habíamos contado y nos lo mandamos por mail. Hay algo de la escritura que me gustó, porque le dio una dimensión literaria que a mi me gustó siempre. Quedó guardado hasta que en 2016 dicté el curso y recordé esos relatos. Me puse a releer los relatos y pensé que una película sobre estas historias de infancia con el material de archivo en Super 8 sería posible. De a poco le fui dando forma a la idea y presenté el proyecto cara contar con el fomento que daba el INCAA.
¿De qué hablan esos relatos? ¿Por qué los elegiste?
Son seis relatos reales. Buena parte de ellos tuvieron su origen en aquella experiencia germinal en Catamarca. A partir de la pandemia tuve más tiempo para organizar el trabajo y reescribirlos pensando más cinematográficamente para darle más lugar e importancia a las imágenes. Yo primero grabé con mi propia voz todos los relatos y ahí nos debatimos entre dos caminos: uno era respetar la lógica o dinámica propia de los registros domésticos que te llevan a zonas muy características del registro amateur, lo espontáneo, el error, el abuso del zoom, y otras marcas estilísticas de las filmaciones hogareñas. Eso hacía que los textos terminasen como desanclados de las imágenes o compitiendo con ese devenir más libre de las imágenes. Eso generaba una tensión y una lectura ambigua.
¿Cómo tomaste la decisión de proyectar la película en el Teatro Ítaca?
En el contexto complicado en el que estamos, donde está costando mucho poder acceder espacios de exhibición adecuados para nuestras películas, y donde el tiempo donde la gente puede verla es tan acotado, me parecía bueno probar con otro tipo de exhibición, algo que siguiera el modelo del teatro independiente más intimista, porque podés pensar y charlar con la gente, te permite más participación y reflexión sobre la película.
La gente lo agradece y la película se resignifica bastante. Por otro lado, poder sostener una propuesta donde la gente pueda organizarse ya que la película está todos los sábados es muy importante porque la gente puede elegir con más tranquilidad. Antes me desalentaba mucho llegar a un estreno en una sala grande, porque es un evento muy fugaz ya que sólo podés estar una semana en cartel.
Las suscripciones son el ingreso principal de Negras&Blancas.
Si querés colaborar en nuestro crecimiento, podés hacerlo con una suscripción a la revista. Tu aporte solventará el trabajo de las redactoras y redactores.