Jorge Fandermole: “Las canciones pueden hacernos más resistentes y luchadores”

A los 69 años, el cantautor y referente de la Trova Rosarina piensa en su futuro encuentro escénico con Juan Quintero; habla de su próximo disco y atesora la labor del arte -y de la música en vivo- frente a la sombría coyuntura: “Lo que intentamos cuando cantamos es abrir la puerta de la emoción”.
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A diez kilómetros de Rosario, en la ciudad de Granadero Baigorria, bañada por el Río Paraná, Jorge Fandermole piensa críticamente el mundo y busca sentidos para seguir adelante con las canciones en el puño. El ícono de la Trova Rosarina y hacedor de melodías clave de la música popular argentina -en diálogo con la raíz folklórica- se desvela por la crisis de los lenguajes y los sinsentidos de la política actual; vuelve a preguntarse, a los 69 años, por la labor de los artistas en tiempos arduos; planea un nuevo disco y celebra los futuros reencuentros con el público: “Los conciertos son espacios de resistencia. Y eso hace que uno vea las cosas con otros ojos y con otra esperanza”.

En Granadero Baigorria, Jorge Fandermole sonríe delante de una biblioteca repleta con los volúmenes que lo iluminan. Y vibran sus palabras cuando se conecta con su rol de creador popular, muy lejos aún de la retirada de los escenarios. ¿Qué observa en torno al rol del arte en lo colectivo? “Yo creo que la canción, del mismo modo que nos conforta y nos transforma a nosotros, también puede lograr eso en el público. Y ese movimiento interior que provoca toda emoción artística probablemente nos vuelva un poco más claros: nos permita tomar mejores determinaciones, reflexionar y sobrevivir. Ser más resistentes y más críticos”.

Y acentúa: “Me parece que las canciones pueden movilizar, mover lo que está estancado y hacernos más resistentes y luchadores. A lo mejor es una ilusión personal, pero uno piensa que tal vez pueda pasar eso con la canción”, dice. En sintonía, el 18 de marzo y el 10 de abril habrá una nueva cita con las canciones movilizadoras: Jorge Fandermole y Juan Quintero darán el espectáculo “Cantores”, con obras de ambos, a dos guitarras y dos voces, para conmocionar a sus públicos conjuntos en la Sala Alejandro Casona (Solís 485) de Buenos Aires.

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¿Cómo ve el santafesino Jorge Fandermole, a sus 69 años, esta nueva oportunidad de compartir con el tucumano Juan Quintero, de 47? Responde a Negras&Blancas: “La posibilidad de tocar con Juan es siempre bienvenida. Nosotros hemos tocado unas cuantas veces antes ya, en dúo, pero también compartiendo con Carlos Aguirre y con el Coqui Ortiz. Para mí es una alegría, porque Juan es un gran creador y es un tipo que comparte. Es uno de esos artistas con los que da muchísimo gusto laburar y encontrarse. A medida que uno va envejeciendo, es un privilegio compartir tiempo con generaciones más jóvenes. Yo me siento muy honrado y privilegiado, porque Juan es alguien que evoluciona. Esta fue una idea de él y estamos muy contentos por el recibimiento que tuvimos. Eso siempre da la posibilidad de ir reviendo repertorios y renovar cosas. Siempre la propuesta es renovar. Si no, uno se quedaría atado a aquellos repertorios que ya hicimos”.

Basta pensar en los clásicos combinados de Jorge Fandermole y Juan Quintero. Allí están “Canción del pinar”, “Río marrón”, “Oración del remanso”, “Canto versos”, “Sueñero”, “Cuando”, entre decenas de canciones emblemáticas de Jorge Fandermole. “A pique”, “Paloma”, “Alpapuyo”, “Coplas al agua” o “Viejo cantor” son algunas de las múltiples gemas de Juan Quintero. En las noches del 18 de marzo y del 10 de abril no podrán faltar varias, pero también habrá sorpresas y nuevas melodías. Dice Fandermole: “Incorporamos algunas canciones que no estaban en los repertorios anteriores. Los años van pasando y uno, afortunadamente, tiene alguna cosa nueva para mostrar. Yo tengo la idea de que cuando uno mira el repertorio posible, mira también cuánto tiempo hace desde que fueron compuestos los temas más nuevos y cuánto los otros viejos con los que ya dialogan. Así, aparecieron cosas nuevas mías y de Juan y tratamos de incorporarlas. Es una alegría poder juntarse, agarrar un tema y hacerlo a dúo”.

–¿Juntarse a cantar también es una forma de resistir en tiempos arduos?  

–Sí, porque la dimensión de la crisis actual supera todo lo que hemos visto, con excepción de la dictadura de los años ’70, en términos de la gravedad. Ahora la gravedad es de otra índole: las generaciones pasaron y el grado de crisis es terminal. Lo que nosotros intentamos cuando cantamos es, de alguna manera, inducir al diálogo: abrir la puerta de la emoción que intentamos para nosotros mismos cuando escribimos, cuando creamos una composición, cuando la resolvemos y cuando la arreglamos.

En todo caso, prosigue Fandermole, “hay un vínculo íntimo con la materia artística que, si se rompiera, uno ya no tendría motivos para seguir. Entonces, si uno puede conservar ese vínculo íntimo, la canción, así como nos conforta y nos transforma a nosotros, también puede lograr eso con el que está del otro lado. No sé si la canción puede lograr todo eso, pero nosotros hemos recibido eso de parte de todo ese cancionero antecedente: nos hemos nutrido de esa poesía y hemos visto las entrelíneas permanentes de todo ello a lo largo de los años. Si los artistas obtuvimos eso de nuestros antecesores, probablemente podamos transmitirlo”.

Y la transmisión también opera a través de la mirada de Jorge Fandermole de la coyuntura política, en la que capta una problemática común: la crisis de los lenguajes. Lo explica: “El lenguaje de la economía y el lenguaje de la política están avasallando absolutamente todo. La falsedad sistemática como herramienta de dominación es materia corriente en los grandes medios nacionales, locales y de todo el mundo. Es muy difícil separar la paja del trigo diariamente. Por otro lado, estamos viendo cómo grandes corporaciones están monopolizando la comunicación, de tal modo que es difícil confiar en un concepto razonable de lo que consideramos democracia. Entonces, si debemos hacer un esfuerzo inaudito para ver qué forma tiene el mundo hoy, tenemos un problema mayúsculo. Y es un problema que se tiene desde todos los niveles de representación y del lenguaje”.

–¿En qué pensás puntualmente?

–Veamos, ¿quién se siente representado por este Poder Ejecutivo? ¿Quién se siente representado por el Poder Legislativo, luego de la cantidad de traiciones que tuvimos? ¿Quién puede sentirse representado por un Poder Judicial que, como dice el abogado Eduardo Barcesat, es una elite contra-mayoritaria destinada a destrozar cualquier tipo de proyecto popular? También la crisis de representación se ve a nivel gremial y, a nivel educativo, con la crisis de lenguaje adentro del aula. Hay una pérdida de cuestiones conceptuales y elementales: una pérdida de léxico, y, sobre todo, un dominio de falsedades hegemónicas en el imaginario colectivo. Entonces es absolutamente imposible confiar en el lenguaje.

En todo caso, “uno busca dentro del lenguaje poético, que tiene otra función. Pero al mismo tiempo me pregunto: ‘¿Qué sentido tiene todo lo que yo pueda hacer en este momento? ¿Desde dónde tengo que responder? ¿Con qué herramientas del lenguaje tengo que responder a semejante barbarie?’. Yo veo la crisis de los lenguajes en todo este conjunto. El sentido del mundo está dado por una cotidianeidad aplastante y los dueños de la verdad se manejan sólo en términos de poder: de la política y la economía. No se concibe el mundo de otra manera. ¿Cuál es el criterio de verdad? Hoy cuatro tipos en el mundo manejan un poder económico igual al del resto de los países y ellos son los que manejan los criterios de verdad para todo el planeta. Entonces, ¿en qué vamos a confiar?”.

¿Dirías que, de cara a la realidad política argentina actual, este es el momento más angustiante para los artistas?

–Este es un momento angustiante para todos aquellos que van teniendo noción del horror. Pero más allá de eso, la angustia la tienen, en todo caso, los que no tienen para comer. Tienen angustia aquellos a quienes se les licuó el salario y no les alcanza para alimentar a sus hijos. O aquellos que están llegando al final de sus vidas y saben que no tienen nada, ni lo van a conseguir. Angustia tiene que tener la familia argentina, por todas esas realidades. Yo voy a seguir cantando, componiendo y subiéndome a un escenario mientras pueda: no me daré por vencido. Pero la angustia que yo pueda tener como artista no tiene nada que ver con el concepto de angustia que tiene un pueblo. Estamos hablando de una generación de pibes que no morfan o que no se pueden desarrollar, porque no tienen proteínas. Mi angustia pasa por ahí y por ver a largo plazo lo que pasa con lo ambiental y con lo planetario. Ahí, ¿qué tengo yo para ofrecer como artista?

–¿Seguir creando y cantando para apuntalar el pensamiento crítico?

–Sí, el pensamiento crítico sigue: uno ya no puede desvincularse de eso. Pero no todos tenemos, por ejemplo, el talento y la persistencia de Chico Buarque, que sigue componiendo a edad muy avanzada con una claridad y un concepto de belleza que no se le termina. Uno ya no tiene la misma energía ni la misma capacidad de resolver cosas que tenía a los 40 años. De todas maneras, uno siempre piensa “sigamos adelante: vamos a ver hasta dónde se llega”. En algún momento ocurrirá el silencio de ya no tener más nada que decir.

Pero Jorge Fandermole tiene por delante otro sendero creativo: el disco con nuevas composiciones que prepara hace años, tras Fander, el álbum doble que había editado en 2014. ¿En qué estado está el nuevo proyecto? “Yo espero que no termine siendo un intento fallido -dice-. Uno, no puede estar diez años o más de diez sin hacer un disco, porque es medio condenatorio. En el medio estuvimos trabajando, llevando adelante nuestra vida, compartiendo escenarios con otros músicos y escribiendo un poco. Espero terminar pronto el disco y poder resolverlo con los nuevos formatos. Ya no tenemos discos físicos y ni siquiera se puede oír del modo que oíamos. Allá iremos con el nuevo disco, que será un poco más discreto en cuanto a lo sonoro: un poco más despojado. Si no ocurren inconvenientes graves lo voy a tener prontito”.

–Si bien los modos de escucha cambiaron, el espacio en vivo permanece…

–Sí. La percepción de la materialidad del mundo que propone el vivo es muy reconfortante: ahí nos conectamos con lo inmediato, con los cuerpos, con aquello que excede lo virtual. Nos conectamos en el mismo espacio, en la misma atmósfera, con una cantidad de personas que reciben lo que uno hace y lo comparten. El espacio en vivo es un fuerte lugar de resistencia, sin dudas. Y hay que disfrutarlo y hay que aprovecharlo. A partir de lo significativo del vivo, cada vez estoy más amigado con el escenario.

–¿Imaginás los últimos años de tu vida musical acrecentando el encuentro en vivo con la gente?

–No lo sé. Una cosa muy difícil de evaluar es cómo irán evolucionando las producciones. ¿Seguirán existiendo los espacios pequeños? ¿Seguirá existiendo la posibilidad de tocar para 100 o 200 personas? ¿O será todo acaparado por la ultra, mega-producción? En definitiva, también lo que hacemos es parte de un mercado. Puede ser parte de un mercado periférico, de un mercado marginal, pero es parte de un mercado. Yo tengo la esperanza de que el vivo va a seguir estando, porque los músicos siguen tocando y se siguen juntando, aunque no tengan que actuar. Y eso me parece lo más significativo de todo.

–Por tu edad, por tu producción y por tu experiencia, te vas convirtiendo en un clásico. ¿Alguien se cansa de los clásicos?

–Bueno, yo espero que no. Además, hay algo que a todos los músicos les debe estar dando vuelta por la cabeza, que es cuándo va a ser la última vez que toquen. Uno siempre tiene en mente la próxima posibilidad de tocar y en esa esperanza se sustenta. Es difícil pensar en jubilarse y en quedarse en la casa sin hacer música, o haciendo música para uno mismo y nada más. Pero puede ser que en algún momento eso llegue. Esperemos que pase un tiempo todavía.


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Patricio Feminis

Es periodista. Escribe sobre música popular, series, cine, espectáculos y cultura. Colabora con Clarín Spot, Caras y Caretas, La Agenda BA, Tiempo Argentino, De Coplas y Viajeros, Negras y Blancas y otros medios.
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