Julieta Laso acaba de filmar por primera vez un protagónico en un corto del director salteño Martín Mainoli. Ya había incursionado en el cine con una participación en la película “Puan” y en los episodios musicales dirigidos por Lucrecia Martel, “Terminal norte”. Por otra parte, viene de dos años en los que el teatro fue una actividad muy preponderante, participó en “Ojo de Pombero” y “Las lágrimas de los animales marinos”, dos obras del director y dramaturgo Toto Castiñeiras, quien fue su maestro de teatro en la infancia. Porque, si bien la conocemos esencialmente como cantante, la primera experiencia artística de Julieta Laso fue el teatro: a los 9 años su mayor deseo era ser actriz y fue en su barrio, La Paternal, donde comenzó a tomar clases. Durante años, lo teatral fue el centro de su vida artística, hasta que, a los 22 años, en un momento en el que necesitaba tomar un poco de distancia del teatro, tuvo que cantar en una obra y, animada por sus compañeros, decidió probar un repertorio de tangos en una milonga.
A partir de ese momento el tango la fue llevando de la mano por experiencias fundacionales: al poco tiempo de debutar estaba grabando por primera vez en un estudio profesional con Astillero, la orquesta de Julián Peralta. Empezó a entrenar su voz, se encontró con músicos que se arrimaron para acompañar ese comienzo con sus guitarras y se fue “fogueando”. Más tarde llegaría el momento que describe como “una bisagra que me cambió la vida”, era el año 2013 y se coinvirtió en la cantante de la Orquesta Típica Fernández Fierro. Había entrado en una especie de universidad punk del tango, vendrían giras, discos, muchos conciertos en vivo (a razón de 4 por semana); era su primera experiencia profesional en la música y la vivió con intensidad. “Es el gran amor de mi vida”, dice de la orquesta, “y es claramente un salto grande que permitió que después pasara todo lo que pasó”, reflexiona.
Lo que pasó comienza con su alejamiento de la Fierro en 2018, porque se había instado en Salta con su pareja, Lucrecia Martel, y ya estaba trabajando en su disco solista “Martingala”, el primero de los cuatro que lleva editados y en los que despliega un repertorio no siempre tanguero, a veces latinoamericano, otras veces de rescate de viejas canciones o de repertorio original de autores contemporáneos. Uno de esos discos la reencontró con el director de la Fernández Fierro, “Cabeza negra” (de 2022, ganador de dos premios Gardel), en el que 4 bandoneones, una caja bagualera y el contrabajo de Yuri Venturin son el marco para que la voz de Julieta interprete a Violeta Parra, Fito Paez, Palo Pandolfo, Mocchi o el Tape Rubín. “Es el disco más dramático que hice”, dice. Hace dos años editó “Pata de perra”, un álbum producido por el Macha (cantante de Chico Trujillo y Macha y el bloque depresivo), con un repertorio mucho más latinoamericano, con canciones chilenas y algunas rarezas como “La quiero a morir” o “No me arrepiento de nada” (versión en castellano de “Non, je ne regrette rien”).
Su próximo trabajo solista, que verá la luz en breve, tiene producción de Daniel Melingo, artista veterano de mil batallas rockeras que en el año 2003 sacudió el mundo del tango con su disco “Tangos bajos”. Julieta Laso también formó parte del documental que Melingo realizó sobre ese álbum que ya cumplió 3 décadas, en el que regraba el repertorio original con distintos artistas como Andrés Calamaro, Pablo Lezcano, Vicentico, Pity Álvarez, Fito Páez, Juan “Tata” Cedrón o Dillom. En el último tiempo, Julieta también se sumó a giras y espectáculos en vivo de Melingo, lo que le permitió una cotidianidad y aprendizaje que vive como un privilegio, porque ella fue una de las jóvenes encandiladas por ese disco de principio de siglo.
Sobre los lugares comunes que acusan al tango de machista, es categórica: “si tengo que defender al tango lo defiendo sin ningún problema”, encara, “no es un lugar más machista que el resto del mundo: ni que el rock, ni que el folklore; es tan machista como todo”. “Además, hay un montón de formaciones, de personas haciendo cosas nuevas hace mucho tiempo”, cuenta, “no somos mejores personas que el resto, pero tampoco peores”.
Artista comprometida, que manifiesta sus ideas donde sea necesario, Julieta Laso cree que los tiempos que corren son muy difíciles por la violencia que el gobierno despliega. También cuenta que es hostigada por su compromiso con la causa Palestina. “Ese fue un tema me desilusionó y me enojó muchísimo, sumado a todo lo que pasa con el gobierno, anduve enojada de más y de una forma que no sirve”, dice sobre el último año y pico. Su práctica política la lleva a poner el cuerpo: “Yo voy a todas las marchas que puedo, uso mi voz, mis seguidores o ese lugar al que puedo llegar, opino y no especulo si pierdo trabajo cuando lo hago”.
Desea que su camino artístico la lleve por Latinoamérica, a entrelazarse con las músicas del continente, eso en lo inmediato porque no le gusta mucho pensar a largo plazo, lo suyo ir “pasito a paso”. Esos pasos nos depararan el disco producido por Melingo -cuyo nombre aún no revela- y uno con Maxi Prieto.
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