¿Las redes son nuestras?

Ni desconexión ni indignación. El libro de la activista y escritora española Marta G. Franco ofrece pistas para encontrar nuevas formas de permanecer en las redes sociales.
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Lejos de la indignación y más concentrada en nuevas formas de estar en las redes sociales, la comunicadora, la activista y escritora española Marta G. Franco sistematizó información sobre el funcionamiento de las empresas tecnológicas como Google, Apple, Microsoft o Amazon, ubicadas en la región estadounidense de Silicon Valley, para el libro “Las redes son nuestras”.

Presentado como una historia popular de internet y un mapa para volver a habitarla, el trabajo publicado por el sello Consonni es un insumo para encontrar nuevas pistas para pensar las redes sociales que, según afirma la autora, fueron nuestras cuando desde 2011 se inició un período en el que supieron ser vehículo para convocatorias como el 15M en España, y la Primavera Árabe en Túnez, entre otros hechos que forman una serie de movilizaciones populares. Para Franco, la reacción conservadora vuelve imperiosa la implementación de otras plataformas para comunicarnos y generar nuevas conversaciones.

“La desconexión es un lujo que poca gente puede permitirse”, escribe en una de las páginas del libro que tiene una continuidad en formato de newsletter con el mismo título (redesnuestras.net) porque Franco no propone obviar ni obligarse a no ser usuario de redes sociales sino que propone encontrar otras herramientas. De eso habló con Negras y Blancas desde Madrid, donde reside y trabaja.

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Escrito desde la urgencia, “Las redes son nuestras” es un libro de intervención política que con ese tono se aleja de la teoría para ser insumo de nuevos proyectos comunicacionales que rompan los límites de los algoritmos de las grandes empresas.  “Dejemos de distraernos debatiendo cada último nuevo juguete de Silicon Valley, y démonos tiempo y espacio mental para imaginar qué vamos a hacer nosotres”, manifiesta Franco que se define como “habitante de internet desde 1999”.

“La desconexión es un lujo que poca gente puede permitirse”

-Emilia Racciatti: ¿Cómo repercute el avance de las redes sociales en las formas de hacer periodismo?

-Marta G. Franco: La forma de hacer periodismo está totalmente mediada por las redes sociales desde hace mucho tiempo ya. El hecho de que las redes sociales estén convertidas en un campo de minas, con todas las cosas que hay que hacer para que el algoritmo te quiera y te muestre, hasta el debate cada vez más agresivo y menos basado en datos, más centrado en movilizar emociones generalmente negativas. 

-¿Hubo algún momento en el que dijiste no quiero seguir en las redes, este espacio me es ajeno?

-En los últimos meses ha pasado con Twitter, X, un espacio que durante los últimos años habité intensamente y ya no habito. Desde hace dos años al menos, que fue cuando la compró Elon Musk, cada vez se ha vuelto más invivible y he decidido no habitar esa plataforma en concreto pero seguir habitando internet. Creo que es una experiencia que cambió mínimo desde 2015 que es cuando se empezaron a organizar todas estas entidades para difundir odio. Fue la contrapropuesta de los sectores reaccionarios que se reagruparon para ocupar las redes sociales con odio.

-Sobre Bluesky, que es dónde hoy llegan muchos espantados de Twitter, planteás que no es tan distinta. ¿Por qué? 

-Si queremos tener garantía de que no vuelva a pasar que lo compre el Elon Musk de turno y se llene de nazis, que es lo que está pasando en Twitter, la clave es que donde vayamos sea algo descentralizado, de manera que podamos conectarnos a la red desde cualquier servidor que elijamos para no depender del dueño del servidor de turno. Bluesky intenta desplegar un sistema descentralizado pero aún no lo es porque lo desarrolla una empresa que se llama Bluesky y van liberando distintas partes del sistema pero al día de hoy todo el mundo tiene que pasar por el servidor de Bluesky para poder comunicarse. Ellos dicen que lo van a liberar pero hoy estamos a su buena voluntad. Lo que sabemos es que estas personas están financiadas por los mismos de siempre: un grupo de inversores de Silicon Valley vinculados a las Fintech y sobre todo a las criptomonedas entonces no deja de ser como con todas las plataformas anteriores. 

-En ese sentido, marcás una diferencia con Mastodon.  

-Es que es una de las redes que forman parte del fediverso que es como se llama a todas esas redes que están federadas con ese protocolo abierto porque es libre y todos lo pueden usar. Lo que tiene de bueno Mastodon es que es software libre y quien más lo promueve es una empresa sin ánimo de lucro que tiene varios trabajadores liberados gracias a donaciones y el resto son activistas voluntarios o sociales o aportes de fondos públicos. Es un ecosistema realmente descentralizado porque, tal y como está diseñado, no hace falta pasar por ningún servidor central para conectarte con alguien entonces es incontrolable por diseño. 

-Hay otra reglas, pero ¿se generan otras conversaciones? 

-Sí, de hecho tiene algo que puede considerarse una virtud y es que no tiene algoritmo de recomendación. Cuando entrás no te ponen por delante un montón de contenido sino que tienes que ir a buscarlo y encontrando usuarios que te interesan para empezar a seguirlos. Ves qué siguen, qué es lo que retuitean. Vas a buscar en lugar de que las cosas vengan a ti qué es lo que pasa en las redes sociales comerciales. 

Decir que Mastodon es una alternativa a Twitter no es del todo cierto porque no te va a dar la sensación de dopamina de tener mensajes continuamente por delaten sino que es un territorio mucho más pausado. 

-Planteás que las redes sociales se parecen cada vez más a la televisión, ¿por qué? 

-Al principio las plataformas sociales que usábamos estaban más pensadas para el diálogo, en Facebook por ejemplo compartes, hay comentarios y debate, como sucedía en Twitter. Pero el paradigma actual de las redes sociales es TikTok o Instagram que se parece cada vez más a TikTok porque se llenó de videos verticales que van uno detrás de otro y como mucho le das like. 

-También está lo generacional en ese uso porque quizás los usuarios más chicos de TikTok publican más, generan contenido mientras que las generaciones más grandes son las que usan esa red más como espectadoras… 

-Si, pero probablemente quienes tenemos 40 o más tenemos más presente la costumbre de leer. La forma en la que están diseñadas no te invita a publicar. Necesitas más herramientas para hacer un video, además hay que poner la cara, es más complejo. Las redes están diseñadas para engancharte el mayor tiempo posible a la pantalla y es más fácil engancharte si te están ofreciendo contenido uno tras otro que ponerte a escribir, que es algo hacíamos más en Facebook. 

-Decís que las redes son nuestras ya que activaron momentos claves para convocar y movilizar. ¿Cómo estamos en relación a que se puedan volver a recuperar las redes?

-Es importante tener claro que no fueron las redes las que nos convocaron, sino que utilizamos las redes para convocarnos y ahí está la clave. Por cómo están usadas hace más difícil que podamos hablar entre nosotros y que nuestras voces se escuchen en redes porque ya hay mucho dinero de marcas, de gente de poder tratando de captar la atención. Al principio las redes eran una cosa más ciudadana, hay actores mucho más poderosos. Hace falta tener muchos recursos para tener inversión en publicidad, en creación de contenidos y ejércitos de bots, de trolls y esas cosas. Con ese ecosistema tan competitivo es muy difícil que organizaciones de base o colectivos puedan llegar a hacerse oír en esas plataformas sociales que tenemos ahora. La historia es un péndulo pero no creo que la activación venga de las redes sociales tal como las conocemos. 

TikTok es dar la cara, es difícil armar proyecto colectivo, por eso vale la pena pensar en otros espacios, está Mastond. Se pueden recuperar las páginas, los newsletters, fortalecer los chats, salir de cuatro o cinco plataformas algorítmicas que nos ponen todo el tiempo contenido. Internet no son sólo las redes sociales grandes, hay más por fuera.

-El libro pone el acento en las empresas grandes y cómo ahí hubo una sindicalización en estos últimos años. ¿Creés que ese proceso es creciente? 

-La sindicalización va a aumentar, lo que no tengo tan claro es si va a aumentar a la velocidad de cómo está aumentando esta cantidad de trabajadores. La uberización como forma de trabajo va muy rápido y la organización va más lenta. Estoy contando esto desde Europa donde la comunidad europea tiene regulaciones más estrictas pero aun así en las dinámicas de desigualdad que hay en todo el mundo, los avances se producen en los países con regulaciones sociales para la protección de derechos. 

-En la Argentina el Ni una menos fue un momento de crecimiento de los feminismos que encontró eco en las redes pero también espacio para convocar a movilizar. Hoy el ataque a los feminismos es una constante en X, ¿qué lugar tuvieron las redes en ese rearme reaccionario?

-Hay un rearme reaccionario que tiene que ver con cómo avanza el feminismo entonces aparecen para llenar esos espacios con mierda como dice Steve Bannon, el ideólogo de (Donald) Trump. Hay que tener en cuenta que no es que sean muy listos sino que tienen mucho dinero. En el caso de Elon Musk con Twitter es más obvio pero Meta, Google con YouTube son cómplices porque han sabido que la forma en la que estaban diseñados sus algoritmos y sus publicaciones, en general, estaban beneficiando ese tipo de mensajes y no hicieron nada para pararlo porque sabían que estos mensajes potencian el tiempo en pantalla y eso genera más publicidad. Tenían avisos de cómo los algoritmos estaban privilegiando contenidos polarizadores, negacionistas y tóxicos en general pero como estaba subiendo el tiempo de uso, siguieron. 

-Te detenés en el trabajo humano que se pone en marcha para el desarrollo de la inteligencia artificial como la cantidad de personas que anotan, limpian y ordenan datos o recopilan selfies para sistemas de reconocimiento facial.

Es un clásico de las empresas de Silicon Valley tanto en el paradigma de la inteligencia artificial como con los moderadores de contenido. Hay un montón de trabajo que creemos que se hace en Silicon Valley para el que se subcontrata a personas que están invisibilizadas a la que les pagan muy mal. Ellos pagan campañas carísimas para que creamos que se hace todo ahí y no es ni inteligencia ni artificial. 

-Como ves la relación medios/redes sociales, ¿las redes los pasaron por encima de alguna manera?

-Creo que llegaron tarde. Cuando más institucionalizado sea el medio, más difícil adaptarte a cambios rápidos y creo que también llegaron mirando lo que pasaba en internet de una manera despectiva. Ese tipo de prejuicios les jugó en contra porque hizo que no llegaran a utilizar los códigos, los géneros que se manejan en redes sociales. Están sobrepasados porque lo que viene por fuera es muy grande, los medios son frágiles ante el odio organizado que viene por fuera. A veces han jugado con las normas que les ponían las mismas plataformas y lo siguen haciendo, de una manera cortoplacista que después les juega en contra. Me refiero, por ejemplo, a redactar los titulares SEO (Search Engine Optimization). Cada vez que Google cambia el formato, van ahí para aparecer más. Eso a la larga va empeorando tu producto. Tus lectores se dan cuenta que hay cosas que están mal hechas o sólo para adaptarte a reglas que no son las tuyas.


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Emilia Racciatti

Periodista - Licenciada en Ciencias de la Comunicación - Letra P / Radio AM 530
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