Gabriel Chamé Buendia: Shakespeare en clave de clown

Payaso, actor y director, con dos obras en cartel, Chamé Buendia afirma que “lo que vale en el teatro es tu lenguaje“ y precisa que en su caso “Shakespeare es un pretexto” para exponer su “obsesividad por el gag, el humor físico, el cuerpo y la poética del payaso”.
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El payaso, actor, director y creador teatral Gabriel Chamé Buendía se encuentra presentando en Calle Corrientes dos obras en las que aborda el universo shakespeareano bajo el lenguaje del clown, el gag físico, la acción desenfrenada, el humor y el ilusionismo en un mecanismo de precisa eficacia que pone en juego una singular maquinaria escénica de inusitados alcances.

Las indagaciones de Chamé Buendía sobre Shakespeare no son nuevas sino que se remontan casi 20 años atrás cuando abordó una serie de comedias del gran dramaturgo inglés que arrancó con “Trabajo de amor perdido” en 1996 en Sevilla y continuó con “Los dos hidalgos de Verona”, con versión española y francesa, y “Cuento de invierno”.

Miembro de vanguardias diversas, integrante del legendario Clú del Claun que erosionó la escena porteña en la vuelta a la democracia con compañeros de ruta como Batato Barea, Guillermo Angelelli, Cristina Martí y Hernán Gené, Chamé tiene en cartel en la actualidad “Othelo (termina mal)” en el teatro Metropolitan (miércoles 22.15) y la más reciente “Medida por Medida (la culpa es tuya)” en el Politeama de Paraná 353 los martes a las 20 y los viernes a las 22.30, mientras sueña subir a escena “El mercader de Venecia”.

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Al mismo tiempo, “Medida por media” se apresta a salir de viaje, con actuaciones comprometidas en el prestigioso Festival Chejov de Moscú, cita concurrente de la vanguardia europea, en julio próximo, y al reconocido centro escénico madrileño Teatros del Canal donde se verá en octubre 2025.

Medida por Medida (la culpa es tuya)

Foto: Carlos Furman

-Pedro Fernández Mouján: ¿Cómo surge esta decisión de encarar a Shakespeare pero desde un cierto trastocamiento, salir de sus lugares de representación más transitados y habilitar otros inesperados?

– Gabriel Chamé Buendía: Tiene que ver con mi deseo de acercamiento al teatro. Adoro el clown pero en determinado momento apareció la conciencia de ser parte de una estructura teatral y no quedar en una isla y una técnica única sino investigar con materiales más teatrales. En ese proceso se da mi acercamiento a Shakespeare, que es un universo brutal, inmenso, que me entusiasma cada vez más. Yo vengo del mimo, del mimo pasé al clown y del clown al teatro.

-Fechabas el comienzo de estas indagaciones en Europa a mediados de los 90.

-Sí, ya con el Clú del Claun hacíamos Shakespeare pero muy a lo payaso, lo rompíamos todo, acá es distinto porque el texto se respeta. Esto tiene que ver con otra cosa. En Europa empecé a mirar a los grandes directores de los 90, donde advertí que gente como Peter Brook, Ariane Monouchkine, Bob Wilson, Robert Lepage, entre otros, hacían estos clásicos respetando el texto pero lejos de todo convencionalismo, entonces me di cuenta de que lo que vale es tu lenguaje. Descubrí que podía hacer Shakespeare desde mi lenguaje y yo me sentía muy capacitado para plantearlo desde ahí. Primero arranqué con comedias y con “Othelo” pasé a la tragedia.

-Tanto en “Othelo” como en “Medida por medida” los relatos originales están ahí, puede haber personajes que no están, alguna elipsis, pero el texto se mantiene.

-Paso muchos meses traduciendo la obra, estoy muy metido en eso y estoy con el aspecto trágico y filosófico de la obra. Son trabajos complejos, con “Othelo” buscaba algo que fuera entre trágico y cómico y al final salió algo más cómico, me traicionó el payaso, que siempre gana.  Pero también es cierto que si uno estudia la historia de Shakespeare, su universo teatral, su época, va a advertir que la gente hace ahora Shakespeare de una manera que él jamás haría: con cuarta pared, con un teatro psicológico, con pausas innecesarias. Él hizo un teatro declamado, poético, de cara al público, a las 3 de la tarde, a plena luz, con gente comiendo y hablando.

-La puesta de “Medida por Medida” parece incluso ampliar el registro.

-Una obra no es lo que vos querés sino el resultado de una experiencia, te tenés que adaptar a un montón de cosas que no estaban en tu cabeza. La realidad de lo que estás viviendo en el día a día del ensayo a veces tiene más consencuencias en la puesta final de lo que fantaseás como obra de arte. En este caso, las problemáticas burocráticas de un teatro institucional como el San Martín (la obra fue estrenada a fines de 2023 en el Teatro Sarmiento del Complejo Teatral Buenos Aires) influyeron en el trabajo y en la propia obra, porque las reiteradas demoras en la escenografía me obligaron a poner en juego la pantomima y el cuerpo mucho más de lo que había ideado para la puesta; fue la ausencia de elementos escenográficos concretos que me obligaron a experimentar con otras formas.

Medida por Medida (la culpa es tuya)

Foto: Carlos Furman

-Hablabas antes de tu lenguaje.

Si, yo hago mi lenguaje. Shakespeare es un pretexto para hacer obras en las que puedo exponer mi obsesividad por el gag, el humor físico, por el cuerpo, la poética del payaso en un trabajo muy fuerte en la dirección de actores donde busco sacarle el jugo hasta la última al tipo que está sobre el escenario. Shakespeare me permitió poner en práctica muchas cosas que sentía que podía profundizar, son trabajos en los que voy más a fondo en la traducción, en la puesta de gags de reloj, más a fondo en los personajes con los que trabajo. “Medida por medida” no es fácil, rara vez tuvo éxito, durante los ensayos me escribía con Jean-Gui Lecat, que es el escenógrafo de Peter Brook, y en un momento le cuento que estoy con esto, a lo que me contesta: “Ah, jodido, a Peter Brook le fue mal con esa”, digamos que no le fue tan bien como con otras. Lo que descubrí es que es una comedia y todo el mundo la hace muy seria, muy tragedia.

-Señalás la poética del cuerpo y el payaso.

-Ahí me acerco al mundo de los que considero los maestros: Chaplin, Keaton, el Gordo y el Flaco. Son los maestros de donde aprendí a entender esta poética que tiene que ver con contar la historia a través de la acción, donde la palabra puede estar o no pero el espectador fundamentalmnte debe estar nutrido a partir de lo que ve y percibe a nivel energético y físico. El payaso te conecta con una parte infantil muy fuerte, una conexión con la belleza de la inocencia, de la estupidez, de la pavada a través del cuerpo, que es lo más fuerte de la niñez. Hay algo de mi trabajo donde aparecen estos maestros, mi relación con la escena contemporánea, mi propia enseñanza y transmisión. En mi caso, la acción es el lugar desde donde elijo contar. Ahora hay como una moda, todo el mundo quiere saber cuál es su personaje: “mi clown, mi clown”, dicen, y eso creo que no le interesa a nadie, al menos a nadie del público, al espectador le interesa lo que hacés y para mí qué hacés es quién sos. Si la acción es entretenida estoy despierto como espectador y si es clara entiendo la historia con muy pocas palabras. De hecho en Shakespeare las palabras son muy complejas pero la acción dramática es muy clara.

-¿Cómo analizás el Clú del Claun a la distancia?

-Creo que hay varias cosas, algunas que no se saben como que éramos muy jóvenes, 24, 25 años, pero estábamos muy preparados, todos teníamos seis o siete años de trabajo previo, yo con la compañía de mimo de Elizondo, Batato trabajó mucho con sus unipersonales y con Gasalla, Guillermo Angelelli era una estrella de Cibrían y Hernán Gené con todo el bagage del padre del teatro independiente argentino. No éramos unos espontáneos, había mucho laburo detrás. Después el hecho histórico de la vuelta de la democracia, esa sintonía con el momento social y lo que generó el lenguaje del payaso era algo absolutamente novedoso.

Nos propusimos ese tipo de trabajo porque estábamos en contra del teatro de ese momento, no nos gustaba, no nos representaba, nos aburría, no soportábamos la moral social de las historias de los 70 y los 80. Fue algo que partió de una profunda rebeldía, la eclosión de una fuerza enorme que ayudó quizás a que la nueva dramaturgia de texto tomara potencia en los 90. Y no es que fuéramos reconocidos ni mucho menos, eso vino después.


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Pedro Fernández Mouján

Periodista. Durante los últimos veinte años trabajó en la Sección Espectáculos de la hoy desaparecida agencia de noticias Télam. Escribió la novela "Millas" (Beatriz Viterbo).
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