Fotos: Santiago Vázquez / Intemperie Sin Fin
En tiempos donde la memoria cultural argentina es puesta en cuestión por el poder y sus aparatos mediáticos de entretenimiento y pillaje, Sebastián Macchi se propuso con “Divino profano” un concierto de solo piano dedicado a visitar obra de Luis Alberto Spinetta, Charly García y Fito Páez para reponer una herencia en la que el rock local hace su aporte a ese legado colectivo.
En su segundo concierto bonaerense del fin de semana (el sábado por la noche se presentó en Casa Sonora de Ituzaingó) el artista paranaense estrenó en estas presentaciones un homenaje que también implica un re-conocimiento a una identidad siempre en construcción y a la que sus colegas rockeros contribuyeron con un material excepcional y nutritivo.
En el anochecer dominguero Macchi se valió del espectacular piano de cola instalado sobre el escenario del ámbito jazzero del Bebop Club del barrio porteño de Palermo y desde ese lugar cercano y privilegiado hizo apología de sensibilidad y buen gusto para dialogar con escogidas piezas del repertorio de tres de los más grandes creadores de la música argentina del último medio siglo.
Y así como el propio pianista entrerriano conocido en Sudamérica, Europa, Japón y Estados Unidos nutre su cancionero (de obra autoral y versiones) a partir de una particular síntesis entre el folclore, el jazz y la academia, colocó ese mismo prisma para dialogar con el poderoso triunvirato de maestros del rock de acá.
La singular apuesta viene a ampliar un recorrido estético que discográficamente hablando consta de media docena de placas que el sello autogestivo de Paraná Shagrada Medra publicó entre 2005 y 2022. En ese muestrario se cuentan las dos que abordó en trío con el guitarrista Claudio Bolzani y el contrabajista Fernando Silva (uno de ellos, el primero, sobre poemas de Juan L. Ortiz), un dúo de pianos con Lucas Nikotian, otro en terceto junto a Gonzalo Díaz (batería) y Jo Ghiglione (bajo fretless) y el más reciente –“Melodía baldía”- con nueve canciones propias que fue sumando aportes virtuales en el contexto pandémico.
Todo ese bagaje que fue tomado, por ejemplo, por Aca Seca trío, Cecilia Pahl, Trío Familia y Mario Gusso y que lo llevó también a tocar con Nico Ibarburu, Silvia Iriondo, Carlos Aguirre, Coqui Ortiz, Luis Barbiero, Raphael Gimenes y Taylor Mackall, entre más, sirven de referencia para comprender por qué para “Divino profano” algunas características salientes de cada uno de los creadores elegidos (el swing de García, el lirismo de Spinetta y la expresividad de Páez) fueron apenas un punto de partida.
Para ello, Seba jamás dejó de honrar las melodías originales pero tampoco resignó la posibilidad de explorar lúdica e inspiradamente otras posibilidades.
“Es una emoción enorme tocar este repertorio que fue una bomba atómica del bien. Es una música que me trae inspiración y vida porque demuestra el semejante nivel de música popular que tenemos como cultura”, comentó el músico en medio de la trilogía inaugural integrada por temas de los tempranos 80’s: “11 y 6” que Fito grabó en “Giros” (1985); “Ojos de video tape” una creación de Charly impresa en “Clics Modernos” (1983); y “Águila de trueno” que el Flaco plasmó en “Kamikaze” (1982).

Siguiendo una nómina escrita a mano y puesta sobre el piso del tablado al lado de su pie derecho, el protagonista pidió varias veces “canten por favor” para acompañar sus abordajes sobre “Buscando un símbolo de paz” que García registró en “Parte de la religión” (1987); “Ámbar violeta” integrante de la “Ciudad de pobres corazones” que Páez urdió también en 1987; y “La montaña” avistada por Spinetta en tiempos de “Pelusón of Milk” su álbum de 1991.
El instrumental “Solo La la la” desde el que Fito impulsó el álbum compartido con Luis y fechado en 1986 al que calificó de “himno”, prologó la única visita de la noche a partir del “gustazo enorme de invitar a una cantante increíble” como definió a Nadia Szachniuk, la gran vocalista salteña que se lució en dos gemas spinetteanas: “A estos hombres tristes” (incluido en la placa debut y homónima que Almendra lanzó en 1969) y “Vida siempre”, una de las estaciones de “Bajo Belgrano” (disco de 1983) con música de Leo Sujatovich.
La estela del también mentor de Pescado Rabioso e Invisible se extendió a ese inolvidable aire de zamba que es “Barro tal vez”, originalmente incluida en “Kamikaze”.
Entre las pujantes atmósferas de “La Verónica” (que Fito incluyó en su exitoso “El amor después del amor”, de 1992) y “Cerca de la revolución” (clásico que el responsable de Sui Generis y Serú Girán, entre otras bandas, incluyó en “Piano Bar”, de 1984), Seba saludó la “hermosa complicidad para salir de la virtualidad y el streaming, inclusive para sentir esa incomodidad que demuestra que también estamos vivos”.
Para completar un recorrido ampliado a partir del aplauso sostenido, deslizó: “La verdad que para este repertorio me gustó el juego de asumirlo a piano solo, pero también me dan ganas de transgredir esa regla y cantar algo” y entonó la “Canción de 2×3” del estreno solista de Charly en 1982 con “Yendo de la cama al living”. Ya en la despedida, volvió exclusivamente a su instrumento para abordar “Credulidad”, canción que Spinetta incluyera en “Pescado 2” en 1973 y se fue dejando una evocación latente, un recuerdo que resiste.