Como un enigma que no puede abordarse definitivamente, el piano es una herramienta inasible y versátil: puede ser una herramienta para la investigación de repertorio, la transformación de arreglos, la recopilación de músicas no escritas, la representación estética de estilos y hasta puede asumir una función coreográfica. En todas esas dimensiones -a la vez- debe leerse el concierto que ofreció el dúo conformado por Paula Suárez y Leda Torres en La Tierra Invisible, en Parque Chacabuco.
Dos miércoles intercalados de cada mes se alumbra un encuentro en el que el piano es el protagonista. El ritual lo inicia Agustín Guerrero, pianista y anfitrión del ciclo, con un repertorio de obras propias y versiones reinventadas para luego dar paso al “plato principal”. En esta ocasión, el formato elegido —piano a cuatro manos— permitió explorar las posibilidades del instrumento desde una perspectiva poco convencional.
La escritora francesa Margarite Duras y la chilena Gabriela Mistral trabajaron alrededor de la idea de que las manos participan del acto humano de creación, de reflexión, de pensamiento. No hay arte sin manualidad. Algo de eso subyace a la mirada del dúo, que refleja en su visión una interesante perspectiva de investigación de repertorio, adaptación al piano de arreglos orquestales, recopilación y recuperación de material no escrito, composición y canto. No sólo el piano como expresión, sino como desenlace de un proceso de reflexión.
Con finura, precisión y buen gusto, Suárez y Torres nos llevaron de paseo por los estilos de Horacio Salgán, Lucio Demare y Carlos Di Sarli. También nos acercaron un pedazo de la pampa con una vidalita de Astor Piazzolla.
El repertorio elegido dejó en evidencia que su trabajo no es meramente musical, sino también una espectacular coreografía, donde sus manos coordinan en el piano, a veces entrelazándose.
En formato solista, Suarez y Torres interpretaron piezas de la obra de Carlos García y de Héctor Stamponi, dos estetas de la tradición tanguera.
Torres editó dos libros con la transcripción de arreglos tomados directamente de los discos de estos dos pianistas. “La motivación para hacer este trabajo fue pensar en los colegas”, explicó. Además de ser un repertorio elegido desde el deseo de ejecutarlo, su trabajo se basa en la generosidad y el deseo —como músicas y docentes— de compartir material que enriquezca la formación de otros músicos.
También apareció la figura del compositor Carlos “Charly” García Moreno y trayendo consigo una propuesta en formato canción con raíces folclóricas nos llevó a la reflexión a través del canto, con una composición para piano y voz interpretada por Suárez.
La Tierra Invisible se convirtió en un espacio luminoso con el concierto de dos pianistas, compositoras, arregladoras y docentes con un enorme compromiso con el oficio. Lejos de la solemnidad, desde la calidez, sentaron las coordenadas de un verdadero encuentro pianístico. Difícil -en estos tiempos- pedirle más a una sola noche.