Coplas de la memoria para un presente urgente

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Contradicción necesaria. Si la interpretación –bien entendida- es un oficio que comprende un acto de creación, la destreza para transformar lo dado, de alejarse de la repetición, la voz de Silvia Iriondo se ha convertido en una referencia en la música argentina sobre la forma de asumir esa condición. Que a la vez ejerce bajo la luz de la tradición que, supone, el mandato de la transmisión generacional y, por lo tanto, algún rasgo de continuidad y persistencia. Sin ese conflicto no hay música. “Copas para la luna”, aquel memorable disco registrado hace casi treinta años, no elude ese conflicto; lo expresa. Acaso por eso resulta pertinente su recreación. En tiempos en los que se promueve la desmemoria y el olvido, aquella forma de aproximarse al pasado resulta un acto de beligerancia.

Esa misión afrontaron, el sábado en el Auditorio Nacional del ahora llamado Palacio de la Libertad (ex CCK), Iriondo junto al pianista Carlos Aguirre y el guitarrista Quique Sinesi, partícipes de la grabación original. El horizonte abierto que plantea la interpretación vocal se proyectó desde el inicio. Tras la apertura con el anónimo “Plantita de alelí”, Iriondo desplegó su versión de “Calle angosta”, que registró en “Coplas…” en forma más o menos contemporánea con la grabación de la misma obra por Mercedes Sosa en “Escondido en mi país”. Dos ejemplos de una forma musical y ostensible de explicar lo antes dicho.

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“Coplas para la luna” transita el carril central de la tradición. Su nombre invoca un título de Rolando Valladares y José Augusto Moreno, que persiguen la hondura y cierta morosidad que también militaba Atahualpa Yupanqui, de quien se interpretó “Los hermanos”, con el santafesino Jorge Fandermole en el canto (lugar que ocupó Jaime Roos en la grabación). Aquellos versos que dicen “Y así nos reconocemos/por el lejano mirar/por la copa la copla que mordemos/semilla de inmensidad” y que remata “Yo tengo tantos hermanos/ que no los puedo contar/Y una novia muy hermosa/que se llama ¡Libertad!”. Nada de esa tradición parece tocarse con quien malversó la palabra “libertad” para conjugar el presente social y político.

Iriondo dedicó la interpretación de la obra de Valladares a Antonio Cerví, cineasta ítalo-argentino -a la vez hijo del Tonino Cervi, productor de las primeras películas de Bernardo Bertolucci- que sirvió de inspiración e impulso para el álbum original. Antonio Cerví es también el director del documental “Argentina, tierra de guitarras” que, si de tradición se trata, se construyó sobre la huella de figuras como Eduardo Falú, el Zurdo Martínez o el propio Valladares.

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Jorge Fandermole. Fotos: Manuel Pose Varela

Al trío base del disco (Iriondo-Aguirre-Sinesi) se sumó Fandermole en “Los hermanos”, “Coplas de la tejedora” y “Sueñero” y Mora Martínez, Mariana Grisiglione y Sebastián Tozzolla para “Arroyito del sendero” (Mauricio Cardozo Ocampo) y para darle una postal musical colectiva al desenlace de la noche, que incluyó todas las composiciones de la grabación del ’97.

Sobre el final, Iriondo hizo una vindicación -directa, ya la había hecho en términos artísticos- de la música folklórica argentina (“es la música que nos nombra”).

Su voz expresó como una memoria musical y una memoria poética constituyen -además- una memoria política. El público respondió con diferentes cánticos que señalaban que –en esa línea- había una idea de la patria que estaba en juego.

Y si de patria se trata, ya en el terreno estético, que supo retomar Iriondo, se evocó una versión de “Nostalgias santiagueñas” (¿Una idea de patria puede no contener a los Hermanos Abalos?) y una nueva versión de “Sueñero” para alentar la comunión con el público que completó la sala.

Difícil pedirle más a un concierto de música popular.

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De izquierda a derecha. Mariana Grisiglione; Carlos Aguirre, Silvia Iriondo, Sebastián Tozzolla, Mora Martínez, Quique Sinesi y Jorge Fandermole. Fotos: Manuel Pose Varela.

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Fotos: Manuel Pose Varela.

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Mariano Suarez

Licenciado en Ciencias de la Comunicación, magister y doctor en Derecho del Trabajo; Doctor en Derechos Humanos y Previsión Social. Escribió una decena de libros de derecho, comunicación y música.
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