“Es la vida mínima, de un animal capturado, sin acceso al lenguaje, pero con la desgracia de comprenderlo”. Así describe María Moreno uno de sus estados después de haber tenido un accidente cerebrovascular (ACV) en julio de 2021. Sin embargo, sigue trabajando con el lenguaje para alimentar ese universo de cartoneo de sus propios textos y apropiarse de la existencia a través de la escritura.
Esto hace en “La merma” (Random House), una sucesión de crónicas y ensayos que conforman un mapa del intento de recuperación de un cuerpo después de que ese ACV haya paralizado su lado derecho. Así como en “Black out” el cuerpo se pone en juego a partir del vínculo con el alcohol, en “La merma” es a partir de los cuidados que se instauran con el ACV.
Lejos de la apelación a la clemencia, Moreno asume las limitaciones, pero sabe distinguirlas. Por ejemplo, la mayor preocupación no es volver a caminar sino volver a escribir. Moreno no escribió un diario de la recuperación sino un compendio de estados, diversos, contradictorios, sin orden cronológico y así logra transmitir el discurrir de la merma
Lejos de la apelación a la clemencia, Moreno asume las limitaciones, pero sabe distinguirlas. Por ejemplo, la mayor preocupación no es volver a caminar sino volver a escribir. Moreno no escribió un diario de la recuperación sino un compendio de estados, diversos, contradictorios, sin orden cronológico y así logra transmitir el discurrir de la merma o de esa suerte de sorpresa por lo que va necesitando, asumiendo y pudiendo un cuerpo.
“La escritura es una venganza que no cesa, es infinita en el dolor que provoca”, escribe en esas primeras páginas en las que invita a leer su furia pero también su agradecimiento a quienes acompañan sus días. Muchos están en el listado de agradecimientos: desde su hijo Manuel porque le salvó la vida y “la sostuvo más allá de lo posible” hasta su gato Maula, descripto como un enfermero amoroso y constante.
Entre esas dedicatorias hay un montón de mujeres enumeradas como destinatarias de agradecimientos: Cristina, Liliana, Mayra, Amelia, Renata, Gaby, Beba, Mara, Silvia y Rosita. Todas tienen la aclaración de lo que aportan al día de día de Moreno. De alguna u otra manera, esas palabras dan cuenta de un cuidado, el que nunca quiso asumir la madre porque “no sabía cuidar”. “De enterarse de mi accidente, se hubiera transformado en la mujer cuya hija quedó paralitica y retardada”.

El libro se publica al mismo tiempo que el gobierno de Javier Milei se ensaña en recortes y desfinanciamiento a las políticas públicas destinadas a discapacitad. Desde el atraso del 161 por ciento en la actualización del nomenclador de prestaciones desde 2023 hasta la quita de pensiones de 290.000 pesos sin explicaciones. El reclamo del sector se viene haciendo escuchar y el libro parece ser una declaración política: la discapacidad implica cuidados, red de cuidados. Desde la tapa, donde Moreno está con una silla de ruedas yendo y desplazándose -el viento en el pelo da esa señal-, “La merma” registra el paso por el sanatorio Güemes, la clínica Basavilbazo y el tiempo compartido con las cuidadoras como itinerario obligado para recuperar el andar, el movimiento.
Claro, para el discurso médico ese movimiento estaba centrado en el caminar, mientras para la autora de “La comuna de Buenos Aires”, “A tontas y a locas” y “Contramarcha”, el objetivo del movimiento implicaba escribir. A cuatro años del accidente -así lo llama- Moreno escribe -por suerte para esta patria- y lo hace gracias al entrenamiento al que dispuso a su dedo índice izquierdo.
Ese lado, el izquierdo, es el que se instaló en esta etapa de su vida: no hay superación en el relato porque Moreno no esquiva la torpeza al relatar cómo vive intentando desempeñarse como zurda. “Realmente no es agradable verme comer. Es que mi izquierda no es nacida y criada para ser una derecha”, acepta.
La búsqueda por qué ponerse también es por encontrarse o reencontrarse con esa identidad que asumió a lo largo de su vida: combinaciones de remera y pantalón siempre del mismo color, botas de caña alta, pelo largo y flequillo. El registro es que ahora eligen las cuidadoras y lo hacen según el orden del secado.
Ni superación ni resignación a la quietud o a la vida aséptica, entregada al cuidado de los otros (claro que generalmente otras). Moreno insiste con los sabores de la comida, con qué implica pasar al sólido, negarse a la cena y estar famélica a la madrugada. No hay un darle lugar al cuerpo sino que es el cuerpo el que lleva adelante su magia y así el sexo es una pregunta que atraviesa su perspectiva sobre los pacientes del Basavilbazo y aparece su lectura acerca de la tensión sexual entre pacientes, médicos, médicas o enfermeras.
“Lentamente los sentidos regresaban, pero no la sensibilidad, el movimiento”, desliza antes de contar el encuentro con Noelia, una trabajadora sexual a la que convoca porque le tenía confianza, esto es: conocía hasta dónde podía llegar. Pero sobre todo porque “sabía que era incapaz de sentir lástima”. El encuentro se concreta, se corona con el fernet y el quedarse dormidas.
Con sagacidad y crudeza, “La merma” se acerca también a la pregunta por la extensión de la vida o la necesidad de decidir el fin de la vida y ahí recurre a sus amigos y amigas sobrevivientes de los campos de concentración para pensar posibilidades.
Si el libro se inicia en un ambiente privado y transita algunos que, en algunos casos, tienen poco de privado como aquellos en los que asiste a la infantilización de los compañeros de internación, el desplazamiento hacia lo público se consolida al final cuando la autora elige como cierre el 1 de febrero de 2025. Es en la calle donde Moreno se apropia de su silla para participar de la Marcha Federal del Orgullo Antifascista y Antirracista.
Ella reconoce que sus fans le gritan “te quiero” o le acercaban agua para combatir las altas temperaturas pero también se percata de que le hablan en pasado como si ya hubiese hecho, creado. Sin evadir esa incomodidad, la cronista de la Argentina plebeya recupera esa jornada de la que se lleva “la más maravillosa música, las palabras que aún no conocemos pero que ya recordamos guardar en la memoria”. El día del ACV, 3 de julio de 2021, Moreno estaba escribiendo un ensayo sobre la obra de Lina Meruane -le interesaba la autora chilena por su análisis de la política de la enfermedad- y era la directora del Museo del Libro y de la Lengua. La pandemia nos obligaba al espacio privado y a estar distanciados físicamente. Por las consecuencias del ACV, Moreno dice que ahora es solo su lado izquierdo pero vuelve a demostrar que la potencia de sus ganas de escribir está en movimiento y ponen en movimiento a cualquiera que se anime a entrar en su universo.
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