0
0
Se reconocen en una la larga –larguísima– tradición. Una línea imaginaria que arranca quizás con el Dúo Salteño, el Cuti y Roberto Carabajal o los Coplanacu y sigue, como un hilo invisible, con Luna Monti y Juan Quintero o Verónica Condomí y Liliana Vitale. Sin embargo, Carolina Lorenzatti y Diego Sanvido no se amilanan: este verano llegaron al emblemático Festival de Cosquín -tras ganar el Pre-Cosquín como Dúo Vocal-, donde fueron celebrados por el público.
Un poco por casualidad y otro poco por fortuna, los jóvenes, que integran el Dúo Ñapindá –que en guaraní significa “uña felina” y es una especie de árbol de tallos largos y flexibles, con espinas corvas (como uña), con una linda flor amarilla—, terminaron quedándose en las sierras todo el verano: es que, ni bien pisaron el escenario Atahualpa Yupanqui con su puñado de voces, guitarras y bombos, para recrear clásicos de la música popular argentina, la Plaza Próspero Molina los aplaudió y hasta Yamila Cafrune se permitió un abrazo tras su versión de una canción de Ramón Ayala.
¿Cómo fueron armando su repertorio? ¿Cuál es la búsqueda? 
Lorenzatti: El repertorio lo integran unas cuarenta canciones. En su mayor parte son temas con ritmos del Litoral. Llegamos primero desde la danza, porque los dos somos bailarines (de folclore) y, poco después, apareció la música. Hay canciones de Coqui Ortiz o Carlos Aguirre a las que llegamos primero por una obra de danza. Ahora estamos cantando una chacarera “El manco Arana”, que nos encanta. Porque no es lo mismo tocar en una peña, en un teatro o en un festival, pero en el repertorio siempre volvemos al baile y ese tema se puede danzar.
Sanvido: Tenemos muchas canciones, algunas que desde lo vocal están más arregladas y otras que no son tan complejas porque la obra no lo requiere. Lo que buscamos también es la simpleza. A veces cantamos “La tristecita” o “El Paraná es una zamba” con algún contracanto pero siempre tratamos de darle nuestra identidad, que nos interpele la poesía o la melodía de una canción: hacemos varios temas de Ramón Ayala o Aníbal Sampayo, que le han cantando al obraje de la costa, del río, de todo ese paisaje de agua. Nos atrapa eso y buscamos la forma que, desde la voz, podamos ilustrarlos.
¿Por qué el título del dúo?
Lorenzatti: Al principio nos llamábamos con nuestros propios apellidos, pero luego surgió la necesidad de ponerle un nombre. Uno que quizás nos identifique y surgió Ñapindá que significa “uña de gato” o “uña del diablo” pero lo que más simboliza su nombre es un arbusto que crece fácilmente, donde cae la semilla se reproduce y florece, y que hay muchos en la ciudad de Rosario.
Sanvido: Sí, se me ocurrió buscar un vocablo guaraní y apareció ese nombre que es un árbol muy característico de esta región. Es muy parecido al formato de una rosa porque tiene espinas y también una flor amarilla. Es un árbol que tiene una fortaleza especial y una belleza única por sus espinas.
Se conocieron a fines de 2019. “Nos agarró la pandemia juntos -recuerda Lorenzatti- y ahí nació el proyecto. Fue una forma de regalarnos ‘vida’, porque en ese tiempo, los dos estábamos prácticamente desempleados como docentes y la música fue una salvación. Le pudimos dedicar mucho tiempo. Fue de ese modo como empezamos a construir, sin querer, sin pensar, nuestro repertorio con los ritmos y las canciones del Litoral”.
Lorenzatti comenzó a bailar en Gálvez, su ciudad natal, a 80 kilómetros de Santa Fe, cuando era una niña, en las típicas academias de su pueblo. Después empezó a viajar a otras poblaciones y fue sumando un repertorio de canciones que no se escuchaba de manera masiva en las radios o en su propia casa pero que le aparecieron en las jineteadas, los festivales y las peñas que frecuentaba a partir de la danza.
Sanvido, por su lado, que creció en San Lorenzo –a unos 30 kilómetros al norte de Rosario— arrancó a los seis años en su escuela primaria, la Almafuerte, en un taller de danzas folclóricas. “El profesor le dijo a mi papá que yo tenía muchas condiciones y que había aprendido los pasos de danza”. Más tarde, además de la radio, empezó a frecuentar el Centro Tradicionalista Aldo Saravia y el Centro Cultural local, a tomar clases de guitarra con Tito Andino. La enseñanza académica llego después con el profesorado y la licenciatura de Música en la Universidad Nacional de Rosario.
Me interesa mucho cómo trabajan el ensamble de voces, cómo funcionan esos arreglos en temas clásicos.
Lorenzatti: No tengo una formación académica y acepto que sea de ese modo. Tampoco creo que esa sea la única manera de aprender música. Obviamente que trato de estudiar y de formarme de todos modos, pero hay cosas que no conozco en profundidad. Sí me interesa trabajar con estas dos voces, que son muy diferentes, y donde realmente a partir del encierro le pudimos regalar un tiempo con sonidos que suenen y se amalgamen. Era importante sumar notas y armonías raras y también divertirnos con eso. Me encanta cuando la gente dice “¿qué hacen ahí?” y generar esa intriga o curiosidad por cómo suena.
Sanvido: Yo, en cambio, tengo una formación académica y entiendo como ir probando esos juegos vocales en una canción. Sin perder la importancia de lo que es el proyecto y que está integrado por guitarra, bombo y dos voces. Somos cuatro elementos que se conjugan entre sí: me interesa destacar la guitarra solista, que no solo sea de acompañamiento, que interpele el arreglo vocal o que nos muestre su propia presencia. En la voz cantante del instrumento. A veces, de hecho, replicamos lo que hace la guitarra con nuestras propias voces. Es decir, que en lugar de dos voces quizás sumamos tres con la guitarra. En el caso del bombo, que toca Caro, también es un nexo para traernos a la raíz folclórica y proporcionar los graves que necesitamos para estas canciones.
Es interesante entonces pensar que en la música también existe algo de intuición en lo que están tramando…
Lorenzatti: Totalmente. En esa dinámica vamos generando diferentes composiciones de temas clásicos, con arreglos y armonías particulares, con diferentes momentos y climas musicales.
Sin embargo, como ocurre en otros dúos, las voces no suenan de manera paralela, si no que se bifurcan o toman caminos diferentes. ¿Cómo funcionan esos arreglos?
Sanvido: Totalmente. Hay dúos donde los dos cantan al mismo tiempo. Hay algunos solo de mujeres y otros solos de hombres. Aquí, en cambio, al ser una mujer y un hombre trabajamos en el contracanto, haciendo otras melodías, como molestándonos. Cuando Caro hace la melodía principal, yo me opongo a eso, dentro de la armonización de la canción. En algún momento nos encontramos y en otros hago yo la primera voz y Caro va haciendo otras voces, así surgen estas versiones, con ese formato –como siempre digo– de enaltecer el arreglo vocal. No necesitamos mucho más que nuestras voces y nuestros arreglos que completan los silencios que la composición requiere.
Lorenzatti: Sí, lo que buscamos, en todo caso, es mostrar la potencia de esas voces, en la importancia de la palabra, en el mensaje expresivo y también poético de esas canciones. Eso: saber que en la voz está la palabra.
¿Cómo influye el paisaje del agua en esas voces?
Sanvido: Por ejemplo, cuando hacemos versiones relacionadas con el río o el obraje, también tratamos de buscar el paisaje en esas voces, de replicarlos y de adaptarnos a esos escenarios. Se trata de rescatar lo más autóctono de la región, con ritmos como las chacareras, aunque no nos limitamos: nos interesa mostrar la riqueza de todo el país. Cada arreglo lleva su tiempo y su madurez: hay algunos que fluyen mucho más rápido y otro que necesitan una búsqueda con un poco más de tiempo.
¿Cuáles son las referencias indiscutibles del trabajo que hacen con estos arreglos?
Sanvido: Un dúo que, creo, fue un quiebre en la música popular de Argentina fue el Dúo Salteño y sus versiones, con su propio arreglador, que era el Cuchi Leguizamón. Ellos marcaron mucho mi oído. Siempre buscamos esa capacidad de trabajo con las voces, también, con Luna Monti y Juan Quintero o el Ala Par Dúo.
-Lorenzatti: Sí, escuchamos mucho al Dúo Salteño pero también en voces como Mercedes Sosa, Raúl Carnota, Teresa Parodi, y contagiar eso a nuestros caminos y nuestras voces. También últimamente estoy escuchando mucho a Suna Rocha y Suma Paz como inspiración en su forma de canto, las letras de Ramiro González o el la Bruja Salguero. Tanta potencia que hay en estos nombres, en cómo nos interpelan sus composiciones, de qué hablan Ramón Ayala o Raúl Carnota o Jorge Fandermole, uno en el Litoral, el otro en la música urbana, con un paisaje totalmente diferente, como un punto de motivación para crear nuestros propios paisajes sonoros. Desde ese lugar abordo lo musical: en el sentido, en los mensajes, en los símbolos para poder llevar eso a la creación musical.
¿Cómo fue la experiencia de Cosquín?
Lorenzatti: Fue muy lindo todo el proceso del PreCosquín, donde concursamos el primer día, pensábamos que íbamos y volvíamos el mismo día y nos quedamos todo enero. Cuando nos nombraron dijimos: “¿Y ahora qué hacemos?”. Nos dimos cuenta que queríamos que nos escuchen, no sólo que nos evalúen, es una instancia extremadamente artística y era importante esa validación. Hay obras increíbles y no se pueden ver todas juntas más que ahí porque está lleno de artistas.
Sanvido: Teníamos el presentimiento que nos podía ir bien porque fuimos muy tranquilos desde la técnica vocal, la propuesta, el repertorio. Llevamos una variedad de temas: un huayno lento, una chacarera, una zamba. Sobre todo un homenaje a Ramón Ayala, que hacía muy poco que había fallecido: “Pan del agua”, un himno para la gente que trabaja y vive del río. El hecho de haber ganado entre tanta gente talentosa y con un jurado de lujo, es una marca que nos acompañará siempre y también implica una gran responsabilidad.
Una ciudad tan musical pero, fundamentalmente, marcada por el rock como Rosario: ¿tiene lugares o espacios donde pervive la música popular como el folclore?
Lorenzatti: Exactamente (risas). Sí, hace muchos años que funciona El Aserradero, que este año tuvo como un repunte, y también el Complejo Cultural Atlas donde se organizan ciclos. En el mismo Distrito 7, todos los martes y jueves hacen peñas muy masivas, o conciertos. Después, en los clubes de barrio y los diferentes distritos del municipio. Creemos que un poco por los docentes, los bailarines, los músicos, frente a la crisis, se están dando más encuentros en los barrios.
¿Cuáles son los planes para los próximos meses? ¿Tienen planeado grabar estas canciones?
Lorenzatti: El Día del Folclore, el próximo jueves 22 de agosto, vamos a inaugurar un ciclo, Ñapindá Invita, que presentará un repertorio folclórico junto a artistas invitados. El primero será el pianista Eduardo Spinassi. Ya son muy ricos los ensayos, lo que vamos generando con eso. Tenemos pensado hacer el próximo encuentro en noviembre, con una artista como invitada. Arrancamos en el Distrito Siete, que es un gran espacio para los artistas.
Sanvido: Sí, tenemos pensando grabar muy pronto, sobre todo algunas cosas en vivo, que es cuando mejor suenan. Tendremos versiones de clásicos de Cuchi Leguizamón, Teresa Parodi, Raúl Carnota y Ramón Ayala. Nos interesa seguir por este camino y dar a conocer esas músicas y esas historias de vidas que perduran en el tiempo, que no pierden vigencia porque son cosas que seguimos viendo todos los días. Tener nuestra propia identidad, que nos escuchen y digan: “Este es el Dúo Ñapindá”.
