“El cine es la verdad 24 veces por segundo”, afirmaba Jean Luc Godard, uno de los cineastas de la Nouvelle Vague, aquel movimiento del cine francés que a mediados del siglo XX se rebeló contra las convenciones de su tiempo. Raúl Carnota afirmaba que “en la música hay un único momento que en el que emerge la verdad: el escenario. Es como en las corridas de toros. La verdad se conoce cuando uno está delante del toro. En la música la verdad no aparece en los ensayos. Hay un toro y ese toro es el público”.
Músico de naturaleza abierta, convencido la que el acto artístico es una forma de pensamiento, Carnota fue un ejemplo de la forma en la cultura se desliza sobre el riel de la historia y de cómo se enfrentan los grandes movimientos globales sin que lo propio fuera avasallado.
Esta entrevista se realizó la mañana del 29 de octubre de 2013. En medio de la
conversación se conoció el fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que declaró la validez de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual 26.522 – entonces en el centro de la agenda política- y el músico se internó en los efectos que esa novedad política podía expresar en el campo de la música.
“Uno tiene que hacer algo de lo que este profundamente convencido. No porque lo que haga vaya a tener marketing. Esa la gansada más grande que uno puede hacer como artista. Quizá la embocas, no te digo que no, pero tu ambición artística es bastante pobre. Ojo que por ahí está bien que tengas poca ambición artística y más de ambición de exposición o de fama.
– ¿Está bien?
Uno elige todos los días. Vemos todos el tiempo tipos que dice una cosa y luego no tienen empacho en sostener lo contrario. Yo no puedo vivir con eso. Pero evidentemente se puede. Son opciones. Godard decía por qué que tengo que hacer un cine que deba ser visto por millones de personas. ¿Por qué? Yo hago cine para el que le gusta mi forma de hacer cine. Primero al hecho artístico lo tengo que pensar desde mí. El arte sin riesgo no tiene sentido. Lo que ocurre es que el lenguaje está tan bastardeado que le decimos artista a cualquiera. Pero la realidad es que no hay tantos artistas.
–“Declararon constitucional la ley de medios”, interrumpe la conversación, en tono exclamativo, un transeúnte que circulaba en el bar de Constitución donde tenía lugar la conversación.
–¿Perdimos o ganamos?, pregunta Carnota, sin necesidad de aclarar su posición. “Ganamos”, informa el “periodista ciudadano”.
Menos mal. Esa sí es una buena noticia. No podía ser que Argentina no tuviera un programa con la prensa como hay en todo el mundo. Especialmente en relación con los lobbies. ¿Y eso de que las dos Cámaras voten una ley y un juez de cualquier lado la suspensa existe en todo el mundo o es algo nuestro? Eso no se puede creer.
¿Tiene efectos esta ley en el ejercicio de la profesión?
Creo que sí. Sobre todo porque rompe el mono discurso. En los ´90, por ejemplo, existía un mono discurso. Era como una ley de la Iglesia y nadie se atrevía a discutir: el credo de la economía neoliberal. Ninguna ley va a impedir que haya gente que quiera llevar agua para su molino. Eso está claro. Pero hay que limitar el poder de los lobbies. Hay que mensurar cada cosa en la historia. Tardamos 30 años en juzgar a los genocidas y no falta algún juez que siga cubriendo a alguno. Esta ley estuvo parada cuatro años, por eso esto es un logro.
¿Hay mono-discurso en la música?
Me da risa cuando algunos ahora dicen que hacen música de fusión. No hay en América ninguna música que no sea de fusión. Acá se mezcló la música de los pueblos originarios, la música de los conquistadores y la música de los africanos.
Peteco Carabajal sostiene que nuestra música folclórica, por su estructura de 3/4 y 6/8 puede ser popular pero difícilmente masiva en Buenos Aires, cuyo público -dice- tiene el oído acostumbrado al 2/4 o el 4/4, más cercano a la tradición europea. ¿Comparten ese pensamiento?
El Mono Villegas decía en los `70 que en general la gente era sorda. Y si bien podía verse como una exageración, es verdad que al público le cuesta seguir las palmas de un ritmo. Hay poco swing. He visto gente en el NOA tratando de tocar una milonga y es imposible. Si quiero tocar un candombe tengo que escuchar primero a los uruguayos porque acá los negros murieron con la fiebre amarilla. Mercedes Sosa tenía voz maravillosa, pero canta un tango “El Polaco” Goyeneche y no queda nada. Cada música tiene un swing diferente y hay que entenderlo.
Cada uno tiene que hacer lo que sabe. Y lo que hay que evitar, como dice León Gieco, es que nos imponga vivir en una cultura diferente a la nuestra.
Como dije antes, cada uno elige. Elige todos los días. Yo he elegido.
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