Por Omar Rincón
Parcerías, afectos, sonoridades y sabrosuras
Primero fuimos oralidades. Y por eso somos los hijes de las culturas orales. Y por eso somos narradores natos. Solo que cuando vamos a la educación (escuela, colegio, universidad) nos dicen que así no: que hay que pensar, escribir e imaginar en conceptos, razones, teorías, citaciones librescas. Lxs abuelxs, lxs sabedores, los territorios, la vida no sirve: cuentan historias y eso no es legítimo ni válido en la modernidad occidental, blanca, masculina y religiosa. Luego, el narrador desaparece y gana el chamuyero culturoso retórico alejado de la vida. Menos mal la radio, las músicas, la gente y, ahora, el podcast, que afirman y practican las oralidades.
Luego fuimos populares y territorios. Y lo popular y del territorio “piensa” y produce “conocimiento” contando historias, poniendo los cuerpos en bailes y afectos, criticando vía el humor, haciendo el colectivo y promoviendo lo festivo y alegre. Y si la radio es radio debería escuchar a los territorios y narrar en modo popular. Y si el podcast quiere salir de su elitismo culto y encontrarse con la gente del común deberá habitar el popular: contar más, educar menos.
Después la radio. Soy hijo de las oralidades, lo popular, mis territorios y la radio. Luego, no soy culto. Y la radio me encanta porque es compañía, me pone las músicas, me conecta con las geografías y construye mis imágenes afectivas. En mi Colombia supe cómo era el país oyendo cómo los narradores del ciclismo se inventaban la geografía para acompañar a los ciclistas en la Vuelta a Colombia, aprendí que la radio es ritmo y espontaneidad, que es una conversación entre quien hablaba allá y yo. O tal vez era. Ahora es solo música, solo éxitos, acompañada de chistes que es puro mal humor porque es sexista, clasista, racista, homofóbico y xenófobo. Y mucha entrevista a expertos que no explican nada y políticos que mienten con cinismo. Información que busca el espectáculo de ponernos a pelear entre nosotros mismos. La radio dejó de contar historias, de jugar al ritmo, de inventar las historias. Añoro la radio popular.
“Pobre es quien no sabe bailar”, dice el caribe.
“Muy pobre quien no sabe escuchar”, digo yo.
Finalmente caímos en la moda del podcast. Y como estoy despechado con la radio por su falta de amorcito por mí, soy feliz en los podcasts. Me gustan porque hay para cada gusto y en cada tono. Me encantan porque me permiten habitar la intimidad sonora. Me fascina porque se ve que quien los hace quiere quererme y ofrecerme algo para conversar, me quiere acoger y cuidar, me quiere. Y sí, ya hay muchos, porque todo es podcast. Y la mayoría son muy malos. Pero hay tantos que cada uno encuentra los suyos y los vive con intensidad amorosa.
Antes que todo están los amigues como Ernesto Lamas y Gastón Montells, que son quienes se metieron en esta vaina de juntar y remixar radios comunitarias, parcerías, afectos, sonoridades, política y podcasts al hacer procesos formativos en medio de la pandemia, y ahora esta publicación. Todo un acto de cariño por la experiencia sonora.
El narrar bonito del podcast
El podcast es la moda cultural. Para ser cool hay que escucharlos, si se quiere ser más play se hace uno. El podcast es el nuevo fenómeno a donde se está yendo el talento narrativo: antes estaba en el cine, luego se fue a las series, ahora la ola se mueve a los podcasts.
Y es que estamos en la edad de oro del podcast como fenómeno narrativo, artístico y comunicativo que sucede a la era de las series, nos dice el crítico cultural Jorge Carrión, quien afirma que “el éxito del podcast se debe a que llega a nuestras conciencias a través de un canal distinto. El de la intimidad”. Su oralidad está conectada a tu cuerpo.
Lo mejor, narrativamente, está en que el podcast invita a una empatía de imaginación para crear en tu cabeza tus propias visualidades de lugares, caras, paisajes, ideas.
Su posibilidad inédita de formatos lo hace muy erótico, ya que es un medio que sigue sin tener una sola forma de hacerse, es maleable y mutante. Se premia la experimentación, se valora la novedad, se castiga la repetición y la monotonía. Su horizonte es el infinito de la experimentación. Invita a narrar más bonito.
Lo mejor del podcast está en que se ha encontrado nuevas formas de contar nuestras realidades y vidas desde las voces locales. Y se hace de forma hermosa.
Gastón Montells y Ernesto Lamas, coordinadores del libro.
Lo otro lindo está en que se han creado grupos y comunidades que se están formando alrededor del podcast, que invitan a colaborar y hacer proyectos con más potencia.
La vitalidad del podcast está en que nos obligan a tener miradas diversas y contrarrestar la homogeneidad de los grandes medios. Y, a su vez, a los jurásicos medios los está obligando a la experimentación sonora y la creación de contenido novedoso.
En general, los mejores podcasts no están viniendo de los medios. Los más escuchados no son de medios, y eso es muy político ya que hay una nueva escena comunicativa con otros modos de narrar y explorar.
Conversar sobre podcasts define nuestro estilo de vida en la actualidad. Por eso, cada persona escucha conforme a sus goces: feministas, política, literatura.
Lo agrio del podcast
Lo agrio está en que ahora todo es podcast, muchos son radio mal hecha o puro esnob hipster o yoificación de egos como sinónimo de irreverencia. Hay poca diversidad de tonos, ritmos y formas de contar. Habitamos una especie de yocast. Esa parece ser la tendencia. Los podcasteros viven fascinados con ellos mismos. Mucha yonversa, poco o ningún diseño narrativo. ¡Ah! y todos se creen brillantes pa´ decir sus bobadas.
Y hay muchos, está sobrepoblado, ya hay inflación y contaminación sonora. En 2020 salió 1.5 podcast cada minuto. Casi 2.200 podcast por día. Su dinámica parece una fábrica de salchichas: publicar, publicar, hablar y hablar.
Y llegaron las grandes productoras como Spotify y Google a comprar todo y hacer más de lo mismo: otra vez radio de noticias y política. Su criterio es llenar todo del contenido que puedan. La regla es hagamos lo que venda (celebridades, consejos de negocios, marketing, paranormal) y lo que sea más barato (gente en una mesa hablando).
Y se ha querido instalar una grieta entre radio y podcast. El podcast no es la competencia de la radio. Se complementan. Por ahora, se ha creado una rivalidad tóxica e innecesaria que solo hace que ninguno crezca.
Agrio eso de que los medios creen que hacer podcast es poner sus programas disponibles en la web. No hay una apuesta estructural hacia el diseño sonoro y conceptual de los podcasts.
La dura realidad es que no hay por donde crecer. Productoras y grandes medios le han apostado al formato con figuras públicas ya reconocidas y tienden a popularizar voces y modos jurásicos, haciendo que el podcast sea más de la peor radio de siempre.
No hay ficción, solo opinadera. Y peor, poco o ningún diseño sonoro.
El podcast en América Latina, como todo, es un asunto clasista, lejano de lo popular; es algo que da estatus en la mesa elegante de la gente cool.
Y lo precario, es imposible vivir del podcast, con contratos, sueldos, planilla… es un sueño muy imposible. Lo cool de los podcasts sería que pudieras vivir de hacerlos.
Este libro
Y llegamos a este libro que no es un manual (pero puede ser), tampoco un texto teórico (pero puede ser), menos una sistematización de experiencias de radio comunitaria (pero puede ser), ni algo así como una memoria de un proceso formativo en la pandemia (pero puede ser).
Este libro es un remix que nace en experiencias de hacer la radio comunitaria y popular a la latina (y esas experiencias se miran en el espejo de la moda de los podcasts) para imaginar un paisaje político y comunicativo para las radios en territorio en busca de la soberanía cultural.
Son muchos fragmentos. No tiene que leerlos de modo lineal. Es más, no tiene que leerlo todo. Lea los que le interesen y luego siga por los otros y se irá encantando hasta leerlos todos. Son textos cortos donde todo fluye como en lo sonoro, o sea, en modo espontaneo, afectivo e intuitivo. Para más claridad, o no, están organizados en tres partes. Y van mis espoilers que no cuentan nada, solo quieren incitarles a entrar a estos textos.
La primera parte de este libro la componen los “Cuadernos desde el mar”, porque parece que mucho de esto sucedió entre arenas, aguas saladas en movimiento y miradas explayadas, por eso, son “Perspectiva y paisajes conceptuales”.
Todo se inicia contando cómo fue el proceso para llegar a este libro: una juntada entre amigos de la radio comunitaria para escucharse en sus experiencias locales y crear un mapa de lo sonoro popular desde el espejo de eso que se llama podcast. Los autores nos recuerdan que la formación siempre aparece cuando se crea un proyecto cultural, pero no es un proceso de “enseñar” sino que es un laboratorio de creación. Y nos dicen que lo que quieren hacer es “explorar las nuevas narraciones comunicacionales, sus condiciones de producción, el modo en que son apropiadas por las destinatarias y destinatarios y la manera en que se relacionan con las terminales inalámbricas para organizar la fijación de la oralidad en los códigos algorítmicos de la distribución digital.”
El siguiente texto nos lleva a contarnos qué es eso que se llama podcast y cómo en la radio popular de América Latina los hemos hecho sin darnos cuenta. Afirman que “mientras la radio se oye, efímera, en vivo, el podcast se escucha grabado, íntimo y diseñado en profundidad incluso para ser revisitado”.
En el tercer texto nos cuentan de la radio expandida sin fronteras guiada por algoritmos y cómo ésta obliga a reactualizar los modos de la sostenibilidad económica, social, política y de audiencias como clave de la gestión de las radios comunitarias. Y todo a partir de un caso exitoso que nos ilumina cómo hacerlo y documenta cómo el proyecto de la radio exige pensarse colectivamente.
En el cuarto se meten con ese asunto obligatorio de pensar la identidad sonora, ya que somos por “nuestro modo de ser en el sonido, ese hacernos sonar a nosotros mismos”. Esa identidad nace del territorio pero se hace en la artística de la radio, ya que “nada de lo que suena está ahí sin significar” y porque la identidad está en “lo que somos en la vida en comunidad”. Al final viene la consejería sobre qué considerar en el momento de la producción de una pieza artística.
El quinto contenido habla del asunto más poderoso para hacer podcast y radio popular, que es que la narración es colectiva o no lo es, porque los autores de lo popular son la comunidad y la oralidad como modo de contar historias. El territorio y las identidades son las que nos inspiran el formato y la estética narrativa. Nos reportan que la idea es diversificar, expandir, experimentar en formatos, temas, horarios, duraciones, mecanismos, dispositivos que nos desplacen de la autoridad editorial y que, con audacia narrativa, nos lleven hacia otras experiencias. Al final de este capítulo, la poderosa Catalina May, del famoso podcast Las Raras, nos cuenta el proceso de hacer un podcast.
En el capítulo seis de esta primera parte viene un testimonio de cómo la radio comunitaria es la protagonista en lo local y político con la experiencia de marzo de 2010 y el terremoto que arrasó Haití. Ahí, la radio se transformó en el medio principal para la búsqueda de personas, los pedidos solidarios, los mensajes directos, las campañas de salud, la búsqueda de aportes voluntarios y para acompañar momentos necesarios de entretenimiento y distracción. A partir de esta experiencia, nos cuentan que la clave de las radios comunitarias en tiempos de la pandemia estuvo en ser locales, cercanas, abiertas, contrahegemónicas, comunitarias, intermediarias y conectadas con las identidades. Y para hacer eso debieron “enredarse” y proponer experiencias “transformadoras”.
El séptimo texto nos propone el cruce de la comunicación popular y el podcast en América Latina y Caribe para contar la historia de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC) como red que sigue “abriendo caminos en el aire”. Y nos recuerdan que hace mucho “estamos contando historias de las comunidades”, “desde nuestras voces” y que “ese poder sigue estando en nuestras manos”.
El fragmento ocho quiere ser muy práctico, por eso nos propone criterios básicos, consejos y recomendaciones puntuales para hacer podcast.
Estos textos están atravesados por la experiencia de El podcast después del podcast hecha definición colectiva. Ahí, en la parte de arriba de cada página, se dice por ejemplo que “para las radios comunitarias, el podcast es una radio de bolsillo”, que “el podcast es un lugar de encuentro”, “un formato sonoro, creativo y libre”, “una herramienta para aumentar el aire”, “una memoria en movimiento”, “un encuentro artesanal y una ocupación de silencios”, “un ensamble de miradas y escuchas”, “el placer de la escucha”, “un modo de activar”. No como pie de página sino en cada cabeza encontrará muchas más palabras bellas para decirnos algo de la poética, estética y política del podcast.
Ahí termina la primera parte, un recorrido por los contenidos de los talleres, cursos, seminarios de El podcast después del podcast. Pero hay una parte dos porque a esos textos los acompañan experiencias, reflexiones, recuerdos, recomendaciones, herramientas, recursos. Se llama, esta parte dos, “Anotaciones desde los territorios de la oralidad”.
Comienza con pura nostalgia, volver a los antiguos y diferentes aparatos receptores de radio, revisitarlos en modo artístico y contarlos en modo añoranza. Y proyección.
Lo que sigue es como un diario de cómo Ernesto y Gastón habitaron con otros y otras el proceso, y su argentinidad al palo anidado por el fútbol (¡y eso que no habían sido campeones del mundo!).
Después nos cuentan de la experiencia cuando la formación fue a la universidad a escuchar maravillosas obras como el documental sonoro Lo que quieren las pibas, el rosarino La segunda muerte del Dios Punk y unos podcasts pioneros de la Argentina como fueron Made in Bajo Flores y Tal vez mañana no entres más. Y muchos otros, una guía bonita de podcast para escuchar y escrachar nuestras formas de oír.
El cuarto capítulo de esta segunda parte es un homenaje a Octavio González, comunicador comunitario y activista en el barrio de Vokaribe Radio, en Barranquilla, Colombia. Él se fue en la pandemia. Estuvo en el primer taller de El podcast después del podcast y participó en todos los encuentros virtuales. Gran homenaje a ese “man enamorado de la vida”.
El siguiente es una celebración y un reconocimiento al radialista Daniel Iván y La Voladora Radio y cómo desde Amecameca en México se inventaron en 2007 una cosa que puede ser un podcast.
El próximo capítulo es una entrevista a Catalina May y Martín Cruz, del admirado podcast Las Raras, que cuentan cómo ven el panorama sonoro en Latinoamérica y cómo ha sido su experiencia.
Después sabremos qué pasa cuando colectivos diversos se reúnen a hacer un podcast sobre memoria, actualidad e identidad basado en las historias que cambiaron sus comunidades. “Funciona como una clínica de elaboración de episodios unitarios de podcast, con raíces locales pero integrados a una serie federal, que tiene elementos de continuidad entre los diferentes capítulos que la componen”, nos dicen.
El octavo capítulo recoge la experiencia y sabiduría de María Jesús Espinosa, directora de Podium Podcast, y de la periodista y editora uruguaya Martina Castro, para saber qué debemos hacer si queremos hacer un podcast (ojalá, exitoso).
Luego, nos ofrecen una guía de políticas públicas, fondos de fomento, software para producir, música, plataformas y bibliotecas, materiales para hacer comunicación con perspectiva de género, espacios de articulación. Para tener a mano siempre, para tirar de ese hilo multicolor cuando guste.
Y la última de estas “Anotaciones” es para recordarnos que el podcast perfecto no existe pero que se puede intentar hacerlo bien “contando una buena historia, creando un paisaje sonoro único. Que te den ganas de seguir escuchando cada episodio. Y despertar nuevas preguntas, reflexiones y búsquedas”.
La tercera parte del libro contiene “Voces desde la indisciplina”, las de amigas y amigos radialistas del continente que hacen podcasts, que los estudian, que reflexionan sobre sus prácticas y acá comparten esos procesos.
Comienza el investigador Agustín Espada y nos hace pensar que “la generación de nuevos futuros oyentes está en manos del podcast” y que las emisoras de radio “pueden explotar las mil formas de contar y construir contenido que abre el podcast. Porque cuenta con el mismo lenguaje, porque utiliza géneros y formatos similares, y porque enseña que a través de la escucha podemos aprender, entretenernos, informarnos”.
El segundo texto nos cuenta en modo Virginia Collivadino lo que ha aprendido recorriendo 89 organizaciones de 18 provincias que participaron en la primera edición de El podcast después del podcast de Argentina. Concluye que “el podcast ocupará sus espacios y vivirá por siempre en la vanguardia. Correrá por cuenta propia”.
Le sigue un poderoso relato sobre el proceso de producción del documental sonoro Lo que quieren las pibas, donde nos cuentan cómo generar imágenes que permitan a quien escucha completar los sentidos y armar la historia de acuerdo a su experiencia de vida. Todo en un “probar y volver a probar hasta que queda como lo sentís”.
Luego, el famoso y ganador podcast La segunda muerte del Dios Punk se nos presenta, nos dice cómo se hizo y porqué los podcasts narrativos son el futuro. Tal vez porque en la ficción es más fácil contar historias. ¿O será en la realidad contando con las herramientas de la ficción? Y nos testimonia que “un tuit puede convertirse en una nota de un medio digital, luego en podcast y quizás, finalmente, en serie de una plataforma” y que “la única inversión imprescindible son las horas de trabajo, la dedicación a tallar esa historia utilizando el potencial del lenguaje sonoro”.
El quinto capítulo de esta tercera parte nos trae a la profesora de arte Anabel González Alonso para decirnos que el podcast es un formato plástico y político muy cercano a “quienes se movilizan para cambiar la mirada hegemónica en torno a la diversidad”, ya que es “un espacio de comunicación donde es posible crear narrativas con lenguajes propios que han permitido incorporar estas perspectivas”.
Al final están Radio Mosquito y RadioOculta, esas fugas sonoras desde la cárcel. Y nos testimonian que “hacer radio en contexto de encierro es una manera de recordar que la privación de la libertad rige para los cuerpos, pero no para sus efectos: pensar, sentir, denunciar, fantasear”.
Hay un texto de cierre, un epílogo, claro, como un desenlace pero de una acción que en realidad no concluye, que sigue reexistiendo como un organismo vivo, quién sabe hasta cuándo o hasta dónde: “el cierre es una apertura y está en nuestras manos”.
Tan así es esto que lo que podría verse como páginas con nombres, organizaciones, barrios, ciudades, provincias y países es el modo en que esa convicción de siempre, la de la construcción colectiva como único modo posible, se sintetiza, explaya, transforma y sueña.
Lo que queda es que lea como quiera y pueda este libro, lo goce, lo saboree y, ojalá, lo baile.
POSCAT. EL PODCAST DESPUÉS DEL PODCAST
Ernesto Lamas y Gastón Montells
El nombre del mar ediciones
1a edición, Buenos Aires, 2023.
200p.; 30 x 21 cm.
ISBN 978-631-00-1016-8